Caiga lo que caiga
Quién iba a pensar hace cuatro días cuando pasaba por ahí tan sorprendido como ahora, antes por sequía ahora por humedad.
Reparé hace bien poco en el secarral que se había convertido el campo por el que circulaba. Hierbas, árboles, arbustos, matorrales secos, la tierra polvorienta, el pozo que abastece al ganado o a otros animales, completamente vacío, ¡como nunca! ¡Terrible! ¿Entonces? ¿Qué ha pasado? ¡Una borrasca! ¡O cientos! ¡Bajas presiones continuas!. El caso es que hemos pasado de un extremo a otro, pues ahora, el verde reverdece, el pozo rebosa, el arroyo desborda, todos los caminos son riachuelos, cualquier hueco es un charco, cualquier rama se viste de perlas cristalinas goteantes y constantes, la humedad de esta lluvia permanente supera ya su base que es la tierra, el suelo, ¡se alza!, se eleva hacia la atmosfera abrazando la corteza visible y por encima de nuestras cabezas, vivimos instalados en nubes completas de agua, que van pasando lentamente por aquí dejando empapado lo absoluto de nuestro entorno.
Amanece, precioso amanecer de repiqueantes golpeos acuáticos, con dibujos de ondas circulares sobre los charcos, constantemente renovados. La niebla sigue introducida por entre cualquier hoja, rama o arbusto, monte o peña, difusa, tamizada; a veces en avalanchas alguna se queda atrás, perdida, descolgada, o avanza anticipada a su grueso. El brillo de la luz solar apenas alcanza a traspasar el mogollón nuboso quedando el ambiente de pleno mediodía, apagado, de luz difusa, grisácea, fría, que invita al recogimiento, al refugio, a la permanencia cubierta de techo y calor, si se tiene, se es un privilegiado que goza del arropamiento confortable de quien contempla un temporal tras los cristales, seguro y distante.
Pero hay que salir, hay que sentirlo en las propias carnes, su incomodidad y su grandeza, que te gotee y chorree por la cara, las manos y la ropa. Que el camino, inundado de agua y bordeado de muros cubiertos de zarzas imposibles, por el que se avanza, es el que hay que traspasar, para el que sería necesario una barca ya que las piedras apenas asoman por encima de su cauce. Difícil equilibrio si faltan algunas, cubiertas o pérdidas, esas que rompen la línea sobre la que ir saltando que salvaría el remojón, ahora inevitable, al menos para los pies. Da igual, antes, se rompió la tierra reblandecida, casi desecha, embarrada, para hundirse en ella. Una constante sorpresa de cambios convierte la salida en un gozo de novedosa soledad ¿quién puede andar por aquí, ahora?
Sentirse lejanamente; partícipe de un campo que contemplar en su gran extensión, en el que el golpeo de la lluvia es una constante invitación a la interioridad, resulta una agresión que se torna disfrute, al ir saliendo airoso, salvado por uno mismo, por la propia capacidad de afrontar la buscada circunstancia. Desde dentro. Hacia fuera. Haya lo que haya, caiga lo que caiga.
Sr. Rafa Rice Radio Lucientos.
Luego vino el sol y quedó esto:
Este comentario es obligado, sobre todo el corto para ser un aficionado creo que se merece una buena critica, la música esta muy bien traída haciendo esas pequeñas pausas con el sonido natural del campo y el agua, hay una imagen con el perro en el arroyo que me recordaba a la película del Perro, buenos planos secuencias aunque los fundidos creo que no están muy logrados, hay que mejorarlos (..mi puntuación se merece un 7)
ResponderEliminarY para acabar solo decir ¡¡que sigas con tus pequeños escarceos!! Eso si siempre saldrá por hay alguien que lo juzgue como si de un profesional se tratara y nada mas lejos de la realidad ¡¡enhorabuena!!
muy bonito el video y muy bonito el campo de Cenicientos.no sabía que te habías echo videoartista,y con música y todo que nivel.besos.rockero despistado
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