Quien lo diría y ¡hay qué joderse!
Total que voy al dentista, qué no p’a mi, que es p’al
chicho, que andaba algo “fastidiao” últimamente y me engancha con el cuento,
por lo que salgo de allí, con cita, tratamiento y presupuesto de 600 euros.
¡chúpate las mandarinas! como dice Joaquín Reyes. Yo que le digo: ¡qué nooo!, que lo que más odio es la
endodoncia y mira por donde me quieren hacer una. Me mentalizo, me preparo, me
sugestiono, paso la noche insomne y me presento al día siguiente con el dinero
en el bolsillo en el dentista. Mira que digo, que no puedo, que me angustio,
que no lo soporto y allá que me veo tumbado en la súper tumbona hidráulica,
horrorizado pero dispuesto a la tortura que comienza con un indoloro pero
prolongado pinchazo anestésico. Las extrañas sensaciones comienzan a
multiplicarse, encorchamiento, adormecimiento, sequedad en la boca, dificultad
al respirar, necesito bocanadas de aire, incorporarme, enjuagarme la boca, pero
se me permite una pausa mientras actúa la anestesia, que aprovechan para que
firme no sé qué autorizaciones, que hago mecánicamente. Pero llegó la hora, ya
no hay marcha atrás, me tumba aún más y me intenta colocar una goma contenedor que
contiene una abertura por la que asoma la muela afectada pero que me tapa la
boca por comleto, lo que me produce el
ultimo efecto de incomoda, insoportable angustia que no estoy dispuesto a
soportar porque no la soporto, me revuelvo y me incorporo, “no puedo, no puedo”
digo con lengua de trapo. Ahora que lo pienso intuyo que la doctora tampoco estaba
dispuesta a soportar mi mala actitud de paciente y más sabiendo que este
tratamiento dura al menos una hora. ¿Pero, quien es el guapo que lo puede
soportar? me pregunto a mí mismo. La doctora consiente en el abandono poniendo
en ello más de su parte que en el intentar calmarme o convencerme. La noto
cabreada y rencorosa y en esa postura sin mírame a la cara lanza como una
amenaza que la única opción es la extracción. Yo por mi parte lo que pretendo
es huir de aquella cámara de los horrores cuanto antes, de la que salgo presto
con mis seiscientos euros en el bolsillo, mi muela picada que me ha acompañado
muchos años en la boca y una amenazante cita para mañana en vista de poder encontrar
alguna otra solución.
¡madre mía!
RfCs