martes, 24 de febrero de 2015

El Cuervo, de Edgar Allan Poe

Hay que poder; poder sentarse o estar sentado o, tumbado, escuchando a Pepe Mediavilla, por todos reconocidísima voz. Sentado y leyendo el poema que le dio la fama al gran escritor americano y dejarse llevar por la dramatización para flipar,
Tras haberlo disfrutado yo, en ocasiones sobrecogido, no puedo menos que compartirlo en aqueste lugar, además de recomendar el canal de youtube de P. Mediavilla que incluye el recitado de otras grandes obras.
RfCs



A continuación el texto íntegro de la traducción de  Julio Cortazar
(Aquí en ingles y algo más de información curiosa)

EL CUERVO 
Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos.  Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”
Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”
Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”
Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

miércoles, 18 de febrero de 2015

Pino Danile en el recuerdo

Siento especial pena por aquellos que se van al otro barrio mientras que estando en este se han dedicado a la creación de belleza, la que han logrado mediante el estudio y el manejo de métodos y herramientas, de muy complicadas técnicas y comprensión  para el resto de los mortales; además, se han visto tocados por varita mágica de la genial inspiración y por si todo esto no fuera poco han sido populares en el sentido de poder llegar a un amplio espectro  de personas, eso sí, algo atentos, que no otros, que siendo grandes y geniales  no están al alcance de cualquiera, por complejos, enrevesados, elitistas, no es el caso.
(Si hasta ahora no se entiende de qué va esto, no voy a estas alturas desvelarlo a las claras, ya aparecerá al entendimiento por sí mismo)
El otro día, algo así como despistadamente, me dicen que ha muerto Pino Daniele, casualmente el día anterior, mientras volvíamos en la furgoneta de cenar del pueblo de al lado, sonaba una canción suya, de esas contagiosas, y alguien preguntó quién era el que sonaba… Como podía imaginar que esa sería la última canción suya que escuchábamos mientras él estaba con vida, muy lejos, pero vivo, una canción grabada hace tiempo que venía a traernos, ese último aliento de su presencia física en este mundo, a partir de ahora ya no será lo mismo, ha pasado a formar parte del club de los cantantes muertos.





Desconozco su dimensión en España, si gozaba de seguidores, aunque a la escucha de sus canciones es de suponer la rendición multitudinaria incondicional; no sé si llegó a tocar aquí alguna vez, que supongo que sí, yo al menos no le vi jamás, pero tenía con él una pequeña y sencilla historia personal:
Conocí su música por la intermediación de nuestro amigo Alfonso allá por los tempranos ochenta. Eran tiempos de compartir casi todo y nos gustaba recomendarnos artistas que por lo que fuera llegaba uno antes a su conocimiento. Alfonso huyó de este país o  buscó  una nueva dimensión para su vida. De trabajo por aquí, pues como siempre, mal, es difícil encontrar la senda laboral que nos suponga algo de satisfacción y sobre todo ese primer tramo, Alfonso andaba por aquí metido en demasiados submundos como para poder salir a flote e indemne, su escapada al país de la bota era obligada, con los años allí consiguió obesidad, diabetes, alopecia, mujer, dos hijos y labrase un futuro, hasta se convirtió en un estudioso, experto y cotizado guía turístico romano, pero eso sí, yo perdí un amigo, aunque se podría decir aquello de: siempre nos quedará Pino.
Tuvo Pino Daniele, por estos lares un éxito comercial con una canción que sonaba en los garitos  de aquellos ochenta, llamada: KEEP ON MOVIN. Yo la conocía sobradamente y me animaba bastante su pulsante ritmo bailongo y peculiar solo de guitarra.
 Un buen día, entré en una tienda de discos de barrio. Me encantaba pasar los discos con los dedos rebuscando siempre que no estuvieran demasiado prietos, entre los gigantescos, vistos hoy, vinilos, y encontrar alguno de mi gusto y mira por dónde, en aquella tienda a la que jamás volví, encontré el maxi single de aquella canción estando este marcado con irrisorio precio, no pude menos que adquirirlo gustoso entre amistosos recuerdos. Llegué a comprarme un par de discos contemporáneos suyos con los que también disfruté muy buenos ratos, eso sí sorprendido de que apenas entendía nada de su italiano napolitano cuando siempre se ha pensado que la lengua trasalpina es parecida  a la traspirenaica pero cogía menos que del inglés, que ya es decir. Otro día, aparqué la moto en una acera cercana a la plaza de Santa Ana con la intención de pasear por el entorno, me encontré de bruces magnetizado con una extraña tienda de discos, estos de cedés , fue allí donde compré un triple CD de Pino, Platinium, que hacía un repaso de su historia musical que me sirvió para descubrir alguna canción suelta del disco que debía formar parte. Ya entonces tenía  descargado en el ordenador la discografía completa que iba desgranando tranquila y lentamente. Discografía que por entonces debía de contar entre recopilaciones y demás en torno a veinticinco discos, con sus letras y portadas. En ellas se puede apreciar cómo hemos ido envejeciendo juntos desde aquellos ochenta hasta el siglo XXI, engordando y encaneciendo.
Formaba Pino Daniele parte de particular olimpo de artistas que me erizaban el bello y siéndole muy infiel lo tenía guardado con respeto y admiración para que recurriera en mi  auxilio si acaso me viera necesitado rodearme de una especial sensibilidad y exquisitez melódica como la que él volcaba a espuertas en sus canciones y, que extraño,  todo esto sin entender ni papa de lo que canta, qué tendrá la música, Dios.
Grande Pino, saludos a Antonio.
RfCs


martes, 10 de febrero de 2015

DIARIO DE UNA COLONOSCOPIA

Dedicado a todos aquellos que pudieran esperar realizarse una de estas pruebas médicas.

Diario de una colonoscopia
1º Todo comienza por el principio
No, no es que tuviera especial es ganas de hacerme una, como más de un chistoso mal pensado pudiera pensarse, lo digo por aquello de la penetración anal como es  en definitiva en lo que consiste el asunto, pero la cosa es más seria de lo que parece, y más a la vista de la confesión ante el médico de antecedentes familiares, eso sí, bajo interrogación y con una cierta reserva. Recuerdo que cuando era niño y en alguna película de esas americanas se hablaba de antecedentes  penales yo, inocente de mí, relacionaba antecedentes con antepasados familiares y me preguntaba qué culpa pudieran tener estos antepasados  en los delitos cometidos por su predecesor familiar. Lo cierto es que mis antecedentes genéticos, y ahí es donde va el tema, y en concreto mi progenitor, sufrió en sus propias carnes la mordida de la bicha, llámese cáncer de colon. Qué hacer sino, ¿olvidarme?, ¿dejarlo pasar? ¿Esperar mejores tiempos o…, quién sabe si peores?
La  reacción de la señora médica fue fulminante: “Si, tienes que hacerte  una colonoscopia, este tipo de cánceres tiene un alto grade de carga genética  y además ya tienes una edad…” Acto seguido inmediatamente me estaba imprimiendo los papeles necesarios para la petición de cita, de la cual me avisarían desde  el “puto” servicio privado de gestión de citas, además de un tríptico donde se indicaba toda la información al respecto, preparación para la limpieza intestinal  y otros asuntos, como dietas, etc.
No le hice caso a nada, no tenía ninguna prisa y la doctora me indico que pudiera tardar  en par de meses y que desde el momento que me la confirmasen por teléfono  acudiese a su consulta para  la petición de análisis de coagulación, lo que parece es necesarios caso de tener que, in situ, realizar la toma de alguna muestra  o pólipo durante el desarrollo de la prueba. Con este tiempo largo de espera pudiera decirse que salí de allí como quien dice silbando desenfadado, ya tendré tiempo.
Pasé previamente a recoger el preparado requerido donde me había indicado la doctora y, tras esperar un buen rato me dijeron que no me lo podían dar hasta saber dónde se iba a realizar la prueba, ya que pudiera variar el tipo de medicamento.  Vale, me pareció razonable…, adiós entonces.
2º El engaño
No pasó ni tan siquiera diez días cuando…
-Hola, ¿es usted tal, tal y tal?
-Si dígame, soy yo.
-Le llamaba para la prueba de la colonoscopia que tiene usted pendiente…
-Sí, si dígame
-Vale, era para citarle el día 3 de febrero de 2015, a las 12. 20 horas en el dentro de especialidades de puerta de Toledo…
Yo, creyente defensor de la sanidad pública conozco el centro de especialidades de la puerta de Toledo como un ambulatorio de la seguridad social y aunque extrañado por llamarlo así, o que allí se practicasen este tipo de pruebas me pareció bien, pienso en la relativa cercanía de mi casa y respondo…
-Si de acuerdo, vale para ese día, está bien…
-vale entonces, le confirmo la cita para el tres de febrero 12,20 horas, ok, confirmada.
-Tiene usted entonces que acudir al hospital VOT, de la calle San Bernabé nº3, ya le llamaran para confirmárselo a usted…
- Sorprendido por lo de VOT -respondo- ¿Cómo  ha dicho, hospital qué…? Pensando que no me cuadraba eso de hospital…
-Sí, hospital VOT de la calle San Bernabé nº 3, al ladito de la puerta de Toledo, saliendo del metro Puerta de Toledo lo tiene usted a un momento…
No sabiendo cómo reaccionar en ese momento la respondo:
-Bien, vale…
-Vale entonces, adiós, buenas días.

Fue colgar y pensar: ¿Comorrrrrr? -Me pregunto perplejo-, mediante un truco dialectico me la han metido doblada y me han derivado a un centro privado, ¡Tócate las mandarinas! que diría Joaquín Reyes.
Bueno vale, acepto resignado, total esto tampoco es muy importante para el gasto sanitario madrileño pienso mientras reordeno los datos de la citación, aunque a posteriori se verá que en realidad si lo es por la cantidad de asuntos que acarrea, ahí es donde está la cuestión…, la dineraria.
3º Metidos en materia
Cita de nuevo con la doctora:
-Nada que me han dado la cita, como que se han adelantado valiéndose de la prontitud  y ciertas mañas me lo han dado en un centro privado-. Se lo digo así, pues siento la intuición de que ella es al igual que yo es defensora de la sanidad pública, que no sé si será así. Me confirma mis sospechas con alguna ambigüedad…
-No si ya, son unos sinvergüenzas…, en fin,  no sé si dará tiempo a los análisis- ¿has recogido el preparado de limpieza intestinal?
-No, no, ya me dijeron que dependiendo donde se hiciese se trataba de uno u otro, pero ahora que ya lo sé, lo recogeré ahora.
-Bien, los análisis te los haces el lunes. ¿Vale? Y ya te doy cita para el lunes siguiente en una semana y los recoges aquí.
-Vale, de acuerdo.

Bajo a extracciones a solicitar el preparado. Este me lo debían entregar en la sala donde se realizan las extracciones de sangre diarias de las que hay  ciento y la madre. Están acabando y quien llama a los pacientes me incorpora a la fila ¡Soy el último! Tras un buen trato con él y rato en la fila, ya en las puertas le expongo mi solitud a la señora enfermera de la mesa, justo a la entrada y me exige que espere que ultimen los asuntos vampíricos para atenderme. Bien-digo- ya vendré entonces otro día, el del análisis mismo, y marcho razonablemente conforme.

Y llegó el día del análisis como quien no quiere la cosa, ya se sabe: Madrugar, ayunas, espera, pinchazo y de paso  le reclamo de nuevo el tan traído preparado, pues nada, que  al final del todo, no vaya a ser que se entretengan un minuto, si… ¡un minuto! Espero pues razonablemente incomodo, no obstante soy de los últimos y aun a pesar de haber aguantado ya cuarenta minutos que llegara mi turno, espero paciente otros treinta que lo hicieran todos para que se me realizase la entrega.
Por fin no queda nadie. Habiendo pasado algo de tiempo veo que aquellos que se encontraban practicando las extracciones empiezan a salir para sus consultas  (son enfermeros del consultorio) me abalanzo a la puerta, educadamente se lo pido a aquella que anteriormente me había dicho que esperase fuera y me lo vuelve a decir, no tardaría en salir.
De vuelta a la sala de espera con una cierta rabia ya, tengo aún que soportar otro rato, que muchas veces al sentir de un paciente, se nos antojan estos tiempos a pesar de ser cortos, incombustibles.
Sale por fin la enfermera con una caja que me entrega diciéndome que es la única que disponen ahí, la única que dan, que siga las indicaciones de la doctora….
Pequeñas, mínimas, infinitesimales, diminutos efectos sobre una simple y vulgar persona pero como me ha tocado precisamente a mí me hacen sentir enormemente irritado, molesto y rabioso: ¿Por qué coño no me las dio el primer día si son las únicas de las que disponen? Me han incordiado a mí  y los he entretenido yo ellos más que si desde el primer momento estos se hubieran salido de su plan perfecto de trabajar y fastidiar al que les pudiera sacer  de su orden de prioridades y me lo hubieran dado al principio. A pesar de todo, cuando a uno al final consigue lo deseado se da por satisfecho, pero joder… ¡qué os follen!
4º la precipitación
Se acerca el día y me siento irremisiblemente forzado a la lectura del manual de actuación en caso de colonoscopia…, joder… ¡mi caso! Vale, resulta que hay que hacer una dieta previa de tres días pa’tras al de la prueba  y justo el día  anterior, dieta líquida, que ni pajolera idea de cómo hacerlo teniendo en cuenta que ese mismo día debo de realizar la toma de la suspensión evacuante, y por si esto no fuera poco beber agua…, mucha agua; ya iremos viendo, me convenzo a mí mismo y, doy por bueno ese convencimiento.
Encontrándome yo en mi lugar de trabajo recibo una llamada: Cuéntame cosas tuyas porque quiera  poder saber lo que es tu vida, (rif de saxo) cuéntame cosas tuyas que junto a ti  me podrá volver la fe perdida… (Suena lo que es mi tono de llamada del móvil, una canción de Los Ros)
-Cari te cuelgo que te van a llamar ahora mismo del hospital… y cuelga.

Coño, el hospital, pienso en mi tía que está ingresada en una residencia, debe estar mal y han debido de llevarla a urgencias, y si es del hospital pues muy bien no estará…

Efectivamente suena el teléfono al momento:
-Sí dígame.-no reconozco el número que aparece.
-Sí hola, le llamaba del hospital de VOT para confirmar una cita con el anestesista motivada por la prueba que tiene usted pendiente.

Respiro aliviado y concuerdo una cita para mañana viernes.

Debo de dejar el puesto de trabajo para acudir a esa cita. Previa solicitud y bajo promesa de regresar con un justificante, marcho a la consulta. Se aparca bien, es zona verde, con dos euros tengo para una hora pero…., debo de abandonar la sala de espera pasada esa hora sin entrar en la consulta y cambio de lugar la furgoneta con la que he ido, `pereciéndome mejor dejarlo en el parking del cual dispone el hospital mismo. Los sitios son muy estrechos y apenas puedo maniobrar, rozo con el morro a un coche aparcado y quiebro, sin romper eso sí, los dos retrovisores míos.  Mierda. Cuando vuelvo se habían descabalado el orden por el que entraríamos a consulta, tras unos momentos de desconcierto alguien decide que soy el siguiente, pues muy bien. Entro…
La doctora anestesista recostada y hundida en la silla y las piernas estiradas bosteza con la cabeza apoyada sobre la mano, que a su vez se apoya en el  codo sobre la mesa,  por lo que pienso que muy grato no debo de resultarle tras un incesante paso de pacientes con la misma historia, resultado de análisis, que yo no llevo, y un poco de historial médico, todo esto con el importante fin de valorar el grado de riesgo de una posible sedación en función de cada cual.
Regreso al trabajo con el justificante y la irritante sensación de haber visto por ese hospital privado a una serie de gente de las que parece te miran por encima del hombro, eso sí muy bien vestidos.
5º La preparación
Me tomo lo que será mi última cerveza antes de la dieta previa a la prueba en un bar del centro acordándome de aquella ridícula portada del ABC en la que mostraba  a los sindicalistas tomando una caña después de una manifestación. Igualmente habíamos acudido a la concentración que ponía en marcha el reloj Tic tac, tic tac de una nueva era que se prevé que llegará pronto. Lo que no sé es que tiene que ver el hecho de tomarse una caña después de algo así, ni con la actualidad, ni con la información, ah bueno, se me ocurre que se deba a algo malintencionado motivado por  alguien ridículo.
Ya habíamos acordado un menú formado por dos desayunos, dos comidas y dos cenas que comenzaría con la comida del sábado y acabaría  con el desayuno del lunes compuesto de una dieta baja en residuos, que básicamente incluiría los alimentos que si podía tomar y que se incluían las instrucciones de uso que me había dado  mi “amable”  doctora de cabecera, que no eran pocos ya que efectivamente  se incluían suficientes como permitidos; no está mal, al menos para componer un menú de dos días no. Lo peor viene con lo que no se podría, como frutas, verduras, legumbres, carnes grasas, embutidos, chocolate, a mí que soy adicto, pasteles, huevos fritos o frutos secos, pero que vamos, tratándose de un par de días y rigiéndome a las comidas sin picoteos lo preparamos de la siguiente manera:
Comida Sábado: puré de patatas con pollo a la plancha, con pan y postre de melocotón en almíbar; Cena Sábado: Sopa de fideos realizada con el caldo Aneto y Tortilla francesa y un poco de arroz blanco que había sobrado del día anterior. El desayuno del domingo café y galletas; comida: otro filete de pollo con arroz y queso de burgos de postre y, merendé de nuevo un par de medios melocotones. De cena: pescado cocido con el resto del puré de patatas del sábado, eso sí lo calenté en el microondas vertiendo por encima un poco de queso parmesano rallado lo que dignificó un tanto la insignificancia de los sabores. Con esto llegamos al desayuno del lunes que incluía otra vez café y galletas.
Ni pasé hambre ni envidié lo que se comía a mí alrededor a sabiendas de cual era mi obligación por lo que estoicamente me propuse seguirla a rajatabla.  A partir de ahí, nos metíamos de lleno en la dieta líquida y el temido surtido de sobres, nada menos que dieciséis que debía de tomar a partir de las cuatro de la tarde, uno cada quince minutos.

6º El tragaldabas
Ya me habían advertido del castigo que suponía el tema de los sobrecitos y sus efectos diarreicos. Antes de su administración no debía de tomar nada sólido en dos horas por lo que tratándose ya del día de dieta líquida tome con esa previsión tan solo un caldo Aneto que me supo muy bien, siendo en definitiva el único alimento que ingerí durante todo lo que me quedaba hasta la jodida prueba, teniendo una cierta hambre. Esa misma mañana había salido a sacar al perro a veces andando, a veces corriendo a una distancia considerable, eso sí,  sin sentir una especial debilidad debida a mi alimentación medianamente escasa de los dos días anteriores, lo digo por no estar acostumbrado a estas restricciones alimenticias.
Esta mañana de lunes tenía cita con mi doctora ya que debía recoger los análisis que me entregó sin problemas, problemas que sí aparecieron cuando la dije a raíz de las informaciones que iba recibiendo de la incomodidad del tratamiento evacuante previo a la prueba y que según el cual creía incompatible con la presencia en mí puesto de trabajo. La tal doctora llegó a decirme que ese tratamiento sí que era compatible y que nunca había justificado la usencia laboral por algo parecido; incluso ella misma me confesó habérselo hecho. Yo la respondí que tampoco era incompatible trabajar arrastrándome, que no tenía intención de ir a trabajar, me diera o no me diera la baja, (dispongo de la posibilidad de tomar días libres) que la veía muy reacia como si viera en mí una intención de absentismo que no era tal, que iría a trabajar muy a gusto, que no soy de esos, que mirara mi historial… A duras penas me justificó la ausencia de este día y en honor a la verdad tengo que decir hoy, a sabiendas del proceso y la duración del mismo que es imposible trabajar realizando ese tratamiento a no ser que uno trabaje con el ordenador enchufado en un cuarto de baño.
Tras la fastidiosa visita médica de esa mañana contemplé un video en you tube a raíz de una noticia que rezaba este titular: “El placer de contemplar un video sin la molesta música”, curioso pero extraño –pensé-. La visión de alguno de los que mostraba la noticia del periódico digital me provoco un estado de bienestar motivado por la gracia que me hizo y que me llevo a pensar en lo que siempre se ha dicho al respecto sobre el humor, de su necesidad y los efectos que provoca, lo que ya no sabría decir, es que sin saber por qué, hay veces que uno se encuentra  con unos ciertos ánimos más alegres, pues bien, ese día yo me enfrenté a su desarrollo con una especial disposición a tolerarlo y en cierto modo lo achaco a ese vídeo, entre otras cosas, naturalmente.
Llego la hora, las cuatro de la tarde, pero fui más  temerario me adelanté diez minutos. Mediante un vaso medidor que dispongo por casa había previsto el vaso y el nivel de agua al que llegaba los 200 mililitros que no 250, ya que las indicaciones lo enmarcaban entre esas cantidades. Mejor 200 –pensé-, igualmente que cada quince minutos, en vez de diez que era el margen de tolerancia entre tomas que me permitía la posología.
Estando saturado de agua y con cierta sensación de hinchazón ingerí de un solo trago el primer sobre disuelto en el vaso. Bueno, vale, no está muy malo, se puede soportar el sabor algo acre, áspero, salado y levemente astringente lo que provoca cierta sensación de sequedad. Esperando resultados que no llegaron ni con el segundo, ni tercero sino una vez tomado el cuarto sobre cuando comencé a sentir algún incómodo retortijón. Dispuse la alarma del teléfono que saltase cada quince minutos y efectivamente así lo hacía con una insistencia demoledora pareciéndome brevísimo el tiempo entre tomas teniendo en cuenta el que tardaba en preparar la suspensión que es un simple llenar el vaso, abrir el sobre, verter en el vaso y remover un tanto, no importando que quedaran algún residuo, lo ingeriría en la siguiente toma y así sucesivamente. Hasta ahora los iba tomando de un solo trago y parecía que lo soportaba sin dificultad, hasta que empecé a sentir la hinchazón estomacal al quinto aproximadamente que fue cuando empecé a expulsarlos por el lado contrario de donde los tomaba, por el culo. Estas deposiciones tipo paraguas, ya que manchaban todo el inodoro, llevaban más carga sólida arrastrada por la suspensión liquida, la que según leí en el prospecto no eran absorbidos por el organismo sino que eran evacuados por completo, me supusieron de alguna manera cierto alivio en el hinchazón. Y venga a asaltarme la alarma, pareciéndome cada vez más corto el tiempo. Seis, siete, ocho, nueve, que iba tragando bebiendo en varias degluciones, o un solo trago, llámese como se quiera, en lo que tardaba apenas dos segundos. Superado el décimo se veía cerca el final si no fuera por empezar a tener cierta hartura y prever tardar más de una hora en ello a razón de uno cada quince minutos, pero, la expulsión que empezaba a ser muy frecuente me liberaba del inflamiento, comenzando a ser aparentemente estas, solo líquidas. El paraguas se iba plegando poco a poco limpiándome tras cada cagalera con una toallita húmeda hasta parecer que solo meaba por el culo, algo harto curioso de sensación. Lo cierto es que no padecí ninguna muestra de malestar abdominal que no fuera la hinchazón ni la sensación de que necesitaba sentarme a expulsar lo que imperiosamente pedía querer salir de mi cuerpo. Con estas llegué al trece, catorce, quince y el último, el decimosexto que vació la caja, con la insistencia de la llamada cada vez aparentemente más corta, pero tomándolos como el primero. Fue tomarme el último sobre y tras unas cada vez más breves y limpias deposiciones lo que culminó todo el proceso no teniendo al cabo de media, o una hora, ninguna necesidad imperiosa de ir al baño, al que no volví a ir sino a mear alguna que otra vez más, el intestino debía de estar ya limpio.
Si todo esto pudiera considerarse tortura, aunque leve, no acaba ahí, todavía quedaba la prohibición de ingerir agua. En estas llegó la noche, en la que me había impuesto tomar algo de agua a las cinco de la mañana, hora límite en la que comenzaba la restricción de la misma, seis horas antes de la realización de la prueba. A las cinco de la mañana, alargué el brazo y tomé dos pequeños tragos ¡realmente no me apetecía más! como culminación de todo este tema. Mañana será otro día, el gran día.
7º Todo por nada
Allí que me vi, tras pasar por un frio claustro acristalado de un antiguo convento reconvertido en clínica dirección de la entrada de quirófanos, de la que salió alguien apenas trascurrido un minuto, me recogió los papeles que me habían dado en recepción y me introdujo para el interior, así, sin más, sentado en un frio y estrecho cuarto, desnudo, excepto los calcetines cubiertos por los patucos verdes higiénicos y la humillante bata abierta por detrás, escuchando algo parecido a un monitor cardiaco sonoro y una especie de bomba de aire. Acto seguido voces altas intentando despertar a alguien mientras decían su nombre. Estaba claro: acababan de practicar una a otro paciente. No permanecí en ese lugar más de tres minutos cuando me vinieron a buscar para irme a tumbar directamente en el camilla de un quirófano aún caliente del anterior sufrido cliente del lugar, situado a escasamente tres metros del cuarto en que encontraba, apenas pude observar que había dos o tres personas además de quien me había trasladado hasta allí. Una amable anestesista se presentó diciéndome que me pondría una vía en una vena de la mano derecha que me dolería un poco, como efectivamente fue, pero, nada que no fuera soportable. Levantaron las barras protectoras de mi lado izquierdo y  me indicaron que me tumbase sobre ese lado colocando el brazo derecho sobre la barra y dejando pues mi espalda y más allá, al aire. Igualmente me colocaron en un dedo el lector de frecuencia cardiaca y dispusieron en la cercanía de mi boca un tubito que expulsaba aire, oxigeno me dijeron, que era para poder respirar mejor, algo que agradecí inmediatamente, al momento la anestesista me dijo medio cantando: -bueno esto está en marcha, ahora te vas a dormir así que piensa en algo bonito- mis pensamientos sin saber por qué me llevaron a un bosque verde y frondoso y comencé a sentir un leve vahído cuando debí de caer dormido, pues de nada me enteré hasta que me sacaron de un cálido, profundo y sereno sueño algo así como extrayéndome de él a viva voz. De entre ellas una dijo: -venga, bueno, que ya hemos terminado- ¿ya? pensé yo sorprendido y dije: -Ya, pero si no me he enterado de nada, enhorabuena- agradecí sincero, ¡gracias! respondieron a coro y salí acompañado por el mismo que me había llevado hasta allí advirtiéndome de un posible mareo que efectivamente sufría pero como con la levedad de unos efectos alcohólicos agradables que iba desapareciendo a marchas forzadas directamente proporcionales a las molestias abdominales que me iban apareciendo. Fue cuando llegó M. que me ayudo a terminar de vestirme y me sirvió de apoyo en la salida del lugar. Casi a punto de abandonar la estancia apareció alguien de entre quienes habían realizado la prueba y nos dijo que estaba todo bien, no habían visto nada y mandarían el informe a mi médico. Ya en el coche apenas conservaba el mareo y sí mucho de dolor que in crescendo me molestaba amargamente hasta llegar a casa y buscar la postura que me resultase más cómoda para pretender expulsar los gases que me habían inoculado y que me habían advertido que expulsase abiertamente a la menor ocasión, sin rubor.
Tres peos no son nada y sí cuatro, que empiezan a parecer una tormenta, aunque lo peor es el primero que se hace de rogar y que llegado resulta liberador, aunque una vez desatado el vendaval viene a ser este algo así como un derramarse gaseoso del que debía de poner de mi parte. Poco a poco iba expulsando y desapareciendo las molestias por completo aunque por mi interior notaba que todavía existían circulaciones de aire en busca de un lugar donde acomodarse o expandirse. Pero fue a raíz de una pequeña siesta que me eché en la cama; tras haber estado tumbado sobre un costado un rato me di la vuelta apoyándome en el contrario; a los breves momentos, los aires internos debieron encontrar el orificio de salida cuando entonces sí, mediante una ligera presión abdominal voluntaria  me tire un pedo del ocho, de esos que mueven las sábanas por el viento y temblor provocado; tras él, encontré el absoluto equilibrio corporal que tenía antes de que empezase toda esta historia y por lo que se podría decir que, gracias a un pedo acabo todo.
Rafael Cuevas
5 de febrero de 2015







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