A veces me pasa que algo me
descoloca, y eso me pasa con este poeta de Luís
Chamizo. No se si es que no entiendo bien “el castuo” o la interpretación
(que me reservo) Pero me gusta, quizás por la fuerza del dialecto, la dureza
del mismo, que hace que el sonido reverbere en el “celebro”
Este poema junto a “
La nacencia” son mis dos perlas favoritas.
Ahí lo dejo.
Los
consejos del tío Perico
No me jimples, no me jimples, mocosina;
No t´enfusques ni me fartes al respeto,
No reguñas, Carnación, ni esparrataques
esos ojos cuando yo te dé un consejo.
Esos ojos qu'otros días me miraban
chiqueninos, entornaos, zalameros
y ahora miran rencorosos y asustaos
del sentir que llevas drento
y de l'honra de tu casta que derrumban
esa jambre que tú tienes de dinero
y ese orgullo mardecío, porque sabes
qu´eres guapa, más que toas las del pueblo.
Ya te ije qu'el noviajo s'ha eschangao
que no quiero yo jarones, que no quiero
ni las jesas, ni las yuntas, ni los miles
mal ganaos por el padre de Nocencio;
qu'el süor que nuestras frentes esparran
pa ganar el cacho pan que nos comemos
jiede a sangre corrompía si es que güerve
a nusotros del arcón del usurero.
No me jimples, no reguñas, no te casas
con el hijo del tío Bruno, no consiento
qu'esta cara tan bonita qu'han bruñío
estos labios con la juerza de sus besos
hasta hacegla reluciente como el oro
de la tarde, cuando el sol se va del cielo,
te s'empringue con el vaho de los süores
ya podríos encerraos en el cuerpo
sin que chupen las esponjas del trebajo
a carroña creminal de su veneno.
Semos probes, hija mía, porque icen
que son probes los que no tienen dinero;
semos probes, semos probes, ¡qué sé yo!,
eso icen de nusotros, icen eso.
Quiere un hombre de riaños, que te quiera,
quiere un hombre con agallas de los nuestros,
estos hombres que dispiertan las gallinas
cuando salen con los burros del cabresto,
en el campo despabilan las alondras
agachás entre los surcos del barbecho,
qu´esparraman sus chilríos d'amor cuando
viene el sol agateándo por los cerros
y s´ajuyen las neblinas y s'apagan
las estrellas y la luna y los luceros.
Quiere un hombre sin fanfarrias que te iga
los sentires que se jinchan mu p'adrento,
jasta cuando que revientan en paliques
que los ojos arrebuscan en el suelo.
Quiere a un hombre, quiere un hombre d'estos hombres
ya curtíos por el frío del invierno,
y tostaos por el sol del meyodia,
y bañaos por
las aguas de febrero,
y besaos por la luna cuando duermen
en las eras, junt'al trillo, cara'1 cielo.
Qu´hombres son los machos d'una raza
de castúos labraores extremeños
que inorantes de las cencias de los sabio
las jonduras d'otras cencias descubrieron
cabilando tras las yuntas
en la paz de los barbechos.
Ellos saben que la tierra labrantía,
seria, llana y arrogante'n los recuentos,
es la jembra que mantiene muchos hijos
con la juerza de la savia de sus senos;
y es la madre, y es la novia y es la hermana
del gañán que, con calor de macho en celo
la colmara de cuidados,
la regara con süores de su cuerpo,
la labrara con cariño,
derramara por sus surcos el granero y
supiera conformarse cual cristiano
cuando Dios, dende los cielos,
pa probó si eran mu jondas sus querencia
malograra sus esfuerzos.
Qu'estos hombres qu'al amor de sus terruños
ayuntaron el sentir de sus adrentos,
despreciando la pereza sin descanso
de los hijos poltronaos del dinero,
con la juerte calentura de su gloria
que manó del corazón a sus celebros,
conquistaron pa los reyes de su Patria
los Peruses y los Méjicos;
y llenaron de pinturas sus iglesias,
parlaron su sentir en los Congresos,
y cantaron la belleza de sus campos,
y elevaron sus plegarias a los cielos,
y murieron orgullosos por la causa
de las santas libertades de su pueblo...
Son asina los cachorros de la raza
De castúos labraores extremeños,
que, inorantes de las cencias d'hoy en día,
cavilando tras las yuntas, descubrieron
que los campos de su Patria
y la madre de sus hijos, son lo mesmo.