martes, 22 de diciembre de 2009

Cuéntame, ¡la serie!


Pues si, me gusta Cuéntame, la serie. Esto tiene visos de ser una confesión, y lo es, ya que en este convulso mundo televisivo y sus espectadores en, el que más y el que menos, se afilia a una de los múltiples seriales o sagas, también lo confiesa, el hacerlo uno mismo, no es más que constatar o definir un gusto, y todo para que así, de entrada, quede claro.

Por otro lado, también he de decir que no me gusta la televisión, dicho en general, menos escasísimas, muy escasas cosas; algún programa, uno de cocina, una serie de animación, algo de deporte y poco más. Cuando digo que no me gusta en general, es que no me gusta, ¡no lo veo! Apenas dedico tiempo al pasivo visionado de cualquier programa. Eso si, excepto Cuéntame.

Pero, ¿por qué?, ¿Qué es lo que hace que esta serie sea capaz de engancharnos, como no lo hace ninguna otra?

Llegado el momento, próximo al día, a la hora programada, uno se acuerda, planifica los tiempos para poder sentarnos, todos los miembros de la familia alrededor de la televisión, (este es el único programa que lo consigue)

No son estos tiempos de experimentaciones, horas de violentas ficciones, antes bien, es el del entrañable momento familiar, que también existe, que sin ser moña, plantea conflictos, situaciones, asuntos todos más o menos cotidianos que de alguna manera nos vienen a resultar casi nuestros. Como el melodrama que nos afecta influyendo en las emociones, en esas escenas traídas con preciso buen hacer, en los que se coloca en boca del personaje el pensamiento del espectador, y encuentra complicidades entre nosotros con miradas, risas o algún comentario.

Pero además de todo eso, resulta sorprendente que se haya llegado al punto en el que sin ninguna presión a los más jóvenes les atraiga igualmente. Es como si buscaran o se les ofreciera a través de esta serie el recreo reflejado de sus propias vivencias familiares en una familia estable, donde se encontrarían a la abuela de España, la madre complaciente, cariñosa, comprensiva y atenta; el hermano a quien admirar, imitar o aconsejar; al padre, severo pero comprensivo, cabeza de familia y motor de las relaciones; al barrio, uno cualquiera, con su escuela, sus amistades, su parroquias y parroquianos, sus calles y sus cotidianidades. Todo esto, tal vez por aparentar afinidad, resulta atrayente, pero si además se acompaña adornado como un reflejo de una época pasada, con la estética y las relaciones adecuadas a su tiempo, es un conjunto que agranda el abanico de un posible público, el que añora y lo vivió, el que yendo con el devenir comparte la edad de los protagonistas, o el que lo mira sorprendido como esa época imposible y real, lejana y hoy traída para nuestro deleite.

No, no es historia, es ficción historiada que casi se amolda a unas situaciones, eso sí, con criterio, con rigor, y que nadie busque la crónica cronológica de nuestra historia reciente, para eso tiene otras vías, que por ahí lo explore. Aquí, en esta serie en la que la ubicación temporal tiene sus impulsos y su relativa importancia para la trama, estos conforman los personajes a un modo de pensar, comportarse, actuar de acuerdo al sentir y vivir de aquellos tiempos, con sus generaciones solapadas. Pero lo bueno, lo realmente bueno, es que todo esto se hace con acierto general, esto es, el espectador, se identifica, empatiza con los personajes. Evidentemente no se puede hacer una serie televisiva que guste a todos y más en estos tiempos de tal diversidad, por eso mismo el ser capaz de aunar gustos diversos, como lo hace esta, es de un merito apreciable.

El caso es que después de ver el último capítulo de la temporada el 17 de diciembre de 2009 y quedarse uno pasmado por el disfrute, tras ciento noventa capítulos, más o menos, y empezar a añorarlo, hay que rendirse a la evidencia, reconocer un triunfo y felicitarlo.

Lo que no sé es si llegados a este punto, en aras de una gloria perdurable, hacer como hizo, Conan Doyle con su Sherlock, Cervantes con su Quijote, o por resultar similar Antonio Mercero con Chanquete, ¡mitificarlos!

Sr. Rafa desde Radio Lucientos

Pd. Curiosamente hoy oyendo un pasaje de la historia de Conan Doyle, he sabido que éste mató a su personaje antes de su éxito, y que cuando se publicó el relato del suceso en muchas calles de Londres aparecieron crespones negros de luto en honor de Sherlock, él conmovido por tal muestra de pesar, lo resucitó para muchos cuentos posteriores, empezando por “El sabueso de Baskerville”, lo que le reportaría más fama y fortuna.



3 comentarios:

  1. Querido Radio Lucientos, me parece que te sobra el vídeo de verano azul ya que nada tiene que ver con tu historia, aunque creas que enlaza con el pensamiento de que la muerte o que el fin de los personajes pudiese engrandecer a las obras. Por lo demás, tú mismo con tu turismo, o con tu serie, que es lo mismo.

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  2. A mi la serie ¡no me gusta!he visto algunos capitulos sueltos y me recuerda a tiempos grises cuando en Europa estaban a años luz nosotros estabamos casi en el pleistoceno, también he de reconocer que esta muy ajustada a la realidad con un buen guion.Creo que con trece o catorce capitulos hubiese estado resuelto..

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  3. No me disgusta la serie, pero creo que ya esta pasada. El Teniente Colombo se alegrará de la positiva publicación que has realizado. Desde Visiones Subterráneas, os deseamos Felices Fiestas. Haber si pasamos el Rockero Despistado y yo a veros por el trabajo.

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Dilo

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