viernes, 27 de noviembre de 2009

En Otoño



Hoy si que sí

Parecía que no acababa nunca de llegar, o mejor dicho de salir de este perpetuo verano en el que nos hemos instalado, de templada temperatura, incluso calor o sobrando el chambergo en las horas centrales, para estar tratándose, de mediados, ¡casi últimos!, de Noviembre. Pero llegó.

Llegó el día de otoño, que sin ser pleno, se aproxima al mismo, nuboso, húmedo, ligera brisa con medio frescor, y el campo.

Nunca antes había apreciado tal variedad de colores, será tal vez, por lo curioso del tiempo que llevamos de esta estación, donde sin lluvia y sin setas, y con sequedad en el ambiente, parece que no es tal.

Subía, hoy si, sudoroso, pisando la tierra sin apenas tiempo de humedecerse, de la que levantaba polvo cuando debiera ser barro; aplastando las hojas que crujían con mis pasos cuando debieran estar descomponiéndose de puro mojadas. Pero el ambiente era fresco y nuboso siendo precisamente esas nubes que ocultaban el sol las que en su osadía por tamaña hazaña otorgaban a la luz, una cascada de la misma tamizada, y que conseguían el efecto de arrogante resplandor sobre las hojas secas y amarillas de los árboles. Parecían grupos de pinturas sobre la paleta con variedad de tonos de color puro y, estar uno, circulando por sus fisuras. Los había rojos, verdes, amarillos, como un exuberante regalo de diversidades tonales. En estos momentos uno no sabe donde mirar, pues centrándose en uno, otro parece se escapa, y es la propia sensación de conjunto la que te debe embargar con un aire de indiferencia fingida, pues todo obedece agrupado a esa especie de plan maestro de la naturaleza para subyugar al hombre que ese día decidió un paseo.

No contentos con tanto, otros regalos acudían en chorro, como la pureza de un sonido que dolía por su silencio, roto a veces, por algún disparo lejano, un piar, un crujir. Es ese silencio, del que es difícil abstraerse, el que dirige la mirada y el paso asombroso por la ruta del deambular, el que condiciona nuestras acciones como un efecto añadido, del que además, también formamos parte, que obliga a la introspección para digerir tanta percepción. Sólo hace falta abrirse de orejas.

Si una víscera toca algo el exterior, ese es el pulmón, mejor dicho, el exterior toca la víscera, se adentra en sus alvéolos y los agranda y los libera de impurezas. Este era el día de la purga, el de las grandes bocanadas, el del primer día otoñal, en el que cada respiración, equivalía a un jamón y, en el que después del paseo, sale uno fortalecido en espera de algún otro día parecido.

Sr. Rice desde Radio Lucientos de Uno de los Dos, para paelladegazpacho.

4 comentarios:

  1. Bonito comentario muy poético, pero yo me di también cuenta,¡¡me duele todo el cuerpo!!

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  2. Casi he podido hacer ese camino contigo,gracias a tu forma de relatarlo y de sentirlo, me gustaria algun dia poderlo compartirlo no en tu libreta sino en ese paraíso que describes.

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  3. Casi he vivido junto a ti ese recorrido tan realista por la naturaleza,gracias a tu forma de sentirlo y de transmitirlo,ahora entiendo tus ganas de que el largo verano se fuera y viniera la nueva estación que es el otoño unas de las mas coloridas junto a la primavera.

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  4. Como muy bien dice Mayte, el relato es una vivencia del autor que te transporta en su paseo otoñal, escuchas el crujir de la hojas secas el trinar de las aves y ves el colorido de la paleta del pintor, pero por buscarle algún pero el otoño es una estación triste en la transición del verano al invierno, te anuncia la desnudez de la naturaleza, la vida animal se paraliza, y el sonido es tan mágico que lo puedes ver, también decir que junto a la primavera, son las dos estaciones donde el poeta encuentra la inspiración, y para mi lo lograste.

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Dilo

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