miércoles, 11 de enero de 2012

Algo Mágico

Hay un asunto del que creo que casi todos disfrutamos haciéndolo, pero que la mayoría de las veces no le damos rienda suelta por razones obvias, se trata de contar las películas. Y esto es así desde que uno es niño, o más todavía, debe de formar parte de la esencia del ser humano, contar, contar, contar...
Se veían las películas que nos fascinaban y entre todos se comentaban las escenas con inocencia, con la libertad de decir lo que nos había gustado a quien no la había visto, lo que creaba unas expectativas y el goce de generarlas al contarlo. Esto provocaba el esfuerzo de ejercitarlo con aptitud y profusión, en una especie de redacción verbal y memorística; había que establecer casi un guión mental para poder hacerlo. Con el tiempo el hecho de contar una se convirtió en algo mal visto, al ser posible que se desvelara o se destripara la misma, a día de hoy esto se ha dado en llamar Spoiler, y es algo de lo que todo el mundo huye, o lo busca con sutileza en muy pequeñas dosis; esta claro, a nadie le gusta que cuenten el final, ni como se va a desarrollar, lo que nos gusta es descubrirlo por nosotros mismos.
Vale entonces, ¿no? Pues ahora con una osadía sin límites voy a ejercer de cuenta películas, por las mismas razones de siempre, el placer de contarlas y crear expectativas, pero va a ser como dándolas la vuelta; si un spoiler nos desvela una, yo voy a hacer el spoiler invertido, esto es, no se sabrá de qué película se trata pues su título no diré, y si alguien lo descubre es porque la ha visto y si se ha visto, nada se destripa.
Allá va:
Una primera escena nos atrapa tras la presentación de los créditos en la que un profundísimo Bob Dylan nos ha deleitado; Jane se encuentra sentada a la mesa en el típico bar americano nocturno con música y billar de fondo. Algunos maromos se confunden con la barra entre neones y botellas, engullendo cervezas. No hay mucha gente y el local es medianamente grande, lo que amplifica la sensación de soledad e incomunicación; de pronto alguien al que se tarda en verle la cara, pretende conquistar a la chica. Es un amable viajante de comercio que ha pasado por aquí, está solo también y porqué no, si pueden pasar un buen rato los dos hay que empezar por un acercamiento que parece evidente, se ve venir. Jane que parece saberlo se deja hacer en el galante juego del coqueteo, tal vez esto pueda sacarla de una rutina asfixiante.
- Vale, tienes manos de pianista, ¿a qué te dedicas? seguro que tienes cosas interesantes que contarme, tu sonrisa me lo delata –dijo el viajante sin fingida adulación.
Jane sonreía con los brazos desnudos sobre la mesa mostrando los tatuajes de colores que resaltaban sobre su blanca piel, en su antebrazo derecho se podía ver una gran herradura de la suerte –bueno, no se, depende- respondió ella con un poco de esfuerzo- era cantante.
-Lo ves como es cierto, esto parece interesante seguro que lo podemos pasar bien, si te apetece podemos jugar un billar.
Jane aceptó el ofrecimiento, parecía entonces que todo iba por buen camino, cuando ante la acción del movimiento de desplazarse hacia el billar, ella impulsa una silla de ruedas en la que estaba sentada y permanecía oculta.
-Esto…, bueno…, olvidaba que tenía una cita importante y me tengo que marchar, lo siento ¡eh? Adiós. –dijo el viajante, con claras muestras de sorpresa y perplejidad, y sin ninguna de pudor ante un posible dolor que hubiera podido provocar por su huida.
-Vale, bueno, otra vez será –dijo Jane conformándose con aparente resignación.
Esta escena nos presenta al personaje principal, una solitaria chica parapléjica un tanto arisca con los vecinos, que no consigue superar su invalidez, lo que le ha provocado abandonar a su propio hijo, al que no podía atender tras su accidente, y dejar la música, a que se dedicaba como cantante. Con el único con quien mantiene una relación de amistad afectiva es con Joey, un negro grandón, bonachón y destartalado, medio alcohólico; un “pirado” como le llama Jane, que dice hablar con los ángeles, entre ellos, con sus familiares muertos hace unos años por el accidente que le mantuvo hospitalizado a la vez que Jane, donde se conocieron. Joey cree firmemente en los ángeles y en un engatusador escritor esotérico que lleva varios libros publicados sobre el tema, los mismos que se ha leído Joey y que alguno recomendó que leyera a su amiga, cosa que jamás hizo por puro escepticismo. El tal embaucador, aún no desenmascarado, va a celebrar una conferencia en un lugar del sur del país. Joey, ahora huido del psiquiátrico donde se encontraba ingresado, convence a Jane para que le acompañe, mostrándole la carta de su hijo, la misma que se encontró por casualidad en casa de su amiga intentando ayudar a ordenarla después de un robo. Este fue acogido por “otros padres”, va a cumplir 10 años, y desea verse con su madre a la que invita a su fiesta, cerca del lugar donde se celebrará la conferencia del escritor.
A partir de aquí surge la road-movie que nos va a dar la verdadera dimensión de los protagonistas, su capacidad de sobrevivir, de adaptación, de superación, de compromiso, de amistad.
Como en este género –el que descubrí gracias a Telma & Louis-, van apareciendo personajes más o menos atractivos, igualmente en esta nos vienen conformar el desarrollo unos cuantos que acaban por convertirse en trío.
Después de haberles robado el coche deben viajar en autobús, éste no parece uno cómodo, de los que conocemos para largas distancias, sino uno urbano, tal vez en América los viajes austeros se hagan así. Una mujer desesperada lamentaba la pérdida de un anillo con grandes y lastimeras quejas mientras buscaba arrodillada entre los asientos. La gran mayoría de los viajeros parecen ignorarla. Tiene que ser Joey quien se compadezca y ayude a su encuentro, que por fin consiguen.
Es el anillo de mi marido, es lo único que tengo de él, una mañana desapareció. –Decía la chica que lo buscaba- Llevábamos poco casados, éramos muy felices, no entiendo que ha podido ser de él. Voy a casa de mi hermana, ha recibido un premio.-sabes-, y va a celebrar una fiesta.-concluyó con ingenua inocencia.
Nosotros vamos a New Orleans. Ella, -dijo señalando a Jane- es cantante.
Jane por su parte parecía aceptar solidaria la nueva compañía, pero aparentó desagrado al comentario de Joey. Para ella la música era algo que perdió, como a su hijo, como el poder andar. A su pesar, su amigo lleva consigo, entre otros bultos, una guitarra en una enorme funda por si conseguía convencerla de cantar, y lo hace…
A partir de entonces la película da un giro por derroteros a lo Gabriel García Márquez, un realismo mágico inundado de situaciones fantásticas y en cierto modo extraordinarias, que nos hacen comprenderlos y amarlos, por tiernos, por inocentes, por ingenuos, por diferentes. Son sus vidas las de unos “looser” (perdedor, fracasado) que sobreviven gracias a sus grandes corazones, que no juzgan, acogen; no huyen, buscan; no rechazan, aceptan.
Toda la película parece tener un vilo al respecto de la canción que se intuye cantará Jane. Y lo hace, después de que unos ancianos, aparentemente vagabundos, le “regalaran” una a ella. Se los encuentra en la calle, mientras se desentendía en soledad de su vorágine vital, emocional. Este suceso parece servir a Jane como detonante que quiebra sus negaciones y parece afrontar su existencia, a partir de entonces, con una nueva escala de medir. La canción que Jane interpreta no es especialmente bonita en cuanto a su aspecto melódico, ni siquiera el sitio en el que la canta, una especie de salón de un hotel en el que el público permanecía expectante sentados frente a sus mesas. Al fin de cuentas era público y ella se enfrentaba a él en un escenario, sobre su silla de ruedas. Su actuación resultó de un in crescendo impetuoso cargado de catarsis y dramatismo, que nos deja tocados y liberados.
A el fin se llega resolviendo ciertas deudas, descubriendo engaños, enfrentándose a verdades, reafirmando vínculos y valga como imagen de todos ello la última. Las manos de Jane y de Joey se buscan, se encuentran, se cogen, se entrelazan, se aprietan…un hilo las sujeta y las une, el mismo que azarosamente los llevó juntos a través de medio país. A partir de ahí unos deliciosos créditos finales en los que vuela la misma preciosa canción con la que empezó, nos sirven para secarnos las lágrimas y recobrarnos del sofoco.
Rafael Cuevas

2 comentarios:

  1. juan antonio uno de los dos12 de enero de 2012, 11:17

    Parece ser que es una historia de superación?? con la inestimable ayuda del amigo del que nunca creíste que estaba ahí.
    No tengo ni idea del titulo ni me suena como una de las que mas han dado que hablar en este año, buena pinta parece tener...espero el titulo.
    Salud.

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  2. Pues ni idea, la verdad es que yo no soy de contar películas, pero suelo memorizarlas bastante bien. Lo que no se puede negar es que sabes narrar muy bien, espero el titulo...

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Dilo

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