jueves, 9 de diciembre de 2010

Elogio al Fútbolín


Elogio al futbolín

Habíamos decidido salir a practicar un poco de turismo comarcal. Hay un pueblo muy cercano a Cenicientos del que teníamos referencias y nunca jamás lo visitamos. Por qué no en este puente largo en el que parecíamos anclados en el nuestro, salir hasta llegar al susodicho, de paso airearnos y cumplir un deseo.

Nos armamos de las cámaras de vídeo y de fotos. La mañana era muy lluviosa y nebulosa, da igual, total…, vamos en el coche.

Llegamos a Nombela en breve, veintitrés kilómetros nos separan. Nos encontramos en la España profunda ¡y tan profunda! Ésta es la localidad de toda la península mas alejada de la costa marítima y por lo tanto Cenicientos no debe andar muy lejos, por esa lejanía y la poca actividad geológica le llevaron a adjudicarla un cementerio nuclear en el que descansan en paz los restos radiactivos varios.

Nos dedicamos a recorrerlo en aproximadamente una hora, como todos tiene cosas curiosas y bonitas, el Ayuntamiento, coronado con esa singular copete y campana; la Iglesia, su pequeña ermita anexa; el Rollo juridiscional, que se construía como muestra de obtener la categoría de villa y los privilegios que conllevaba.

Nos sorprendió Nombela un tanto por su tamaño, al pensar nosotros que sería una pequeña localidad, y antes bien, tenía su grandeza.

Nos dió igual, dirigimos nuestros pasos hacia otro pueblo próximo, Pelahustan, a éste ya lo conocíamos sobradamente, más pequeño y coqueto se encuentra rodeado de monte bajo, en un lustroso encinar. Aparecía el sol tímidamente tras un húmedo paseo en el que encontramos un bar. Tocaba remojar el gaznate. Era un bar grandísimo de pueblo, de esos en los que sobra el espacio, tanto como para incluir estufa chimenea, varias mesas y sillas, una larga barra semillena de hombres rudos, un par de billares, una máquina de paletas y un futbolín. Allí estaba pues, al fondo, majestuoso, como invitándonos a usarlo y efectivamente así lo hicimos.

No es que juguemos a menudo, además ya quedan pocos, deben estar en peligro de extinción, por eso el rebuscarnos los bolsillos e introducir la moneda fue un acto como empujado por su atracción.

Pronto nos dimos cuenta de tener entre nuestras manos un aparato en excepcionales condiciones de forma y uso; los ejes rodaban finos y ajustados, los muñecos con ese punto de desgaste que permite recoger las bolas sin resbalones; éstas (diez), con esta pátina que otorga el uso preciso en el que además conservaban la absoluta forma esférica, sin rasgaduras; en fin, una maravilla a nuestra disposición.

Cincuenta céntimos de euro convertidos en entretenimiento y diversión garantizada solo nos exige un mínimo de deseo mutuo, porque esto se comparte. Una realidad visual, sonora, táctil, se nos presentaba junto con el enfrentamiento deportivo del tú a tú, directamente, cara a cara, ese que nos divierte en el “pique” en el que parecer jugarnos un potencial, una calidad, un genero, un honor. Recuerdos de partidas pasadas, en sitios lejanos; como decía Machado: vosotras (yo, las bolas, él, las moscas) pequeñitas, revoltosas, me evocais todas las cosas. Ruedan las bolas sobre la verde pizarra entre las patas aéreas de tantos muñecos dispuestos a reorientar sus vaivenes, dirigidos por brazos que agarran firmemente los mandos, que aprietan y giran y las hacen despedirlas con fuerza. Cuatro ejes son cuatro pilares que sujetan el equipo con su disposición táctica, portero, defensa, centro del campo y tres puntas, siempre dispuestos a retener, a enganchar la bola, a ejecutar el rápido movimiento, el giro, el barrido, el remate perfecto que se introduzca contundente a golpe de sonido de palo seco entre las tripas del mamotreto, ese que nos encargamos de domesticar a golpes de sutilezas. Esa bola penetrada, convertida en júbilo o en decepción reposará su gloria hasta convertirse de nuevo en otra alegría, en otro desastre, en otra partida…

Además, por fin gano mi atleti, debe ser de las pocas maneras que tenemos de ganar a estos...

Rafa, de unos de los dos.

2 comentarios:

  1. Yo soy mas malo que una escopeta de feria jugando al futbolin, lo mio son los dardos y el billar.

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  2. Esto se merece un video, que feliz deben de ser esta gente en su pequeño pueblo, con todo a lo grande, ese bar que mas parecería un teleclub o un salón social.
    Yo al futbolín era mas de relleno cuando faltaban los jugones o un cuarto para jugar, era cuando entraba “yo” y siempre jugando en la defensa. Creo que se esta poniendo de moda otra vez??
    Saludos,

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Dilo

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