Pero que cosas más raras…
Jamás me había pasado algo que aun siendo habitual no es
normal, como es la desgraciada caída y rotura de algún cacharro de los muchos
que se contienen en el interior de las casas, pero en este caso por triplicado
en un cortísimo periodo de tiempo, el suficiente para que esto suceda en
diferentes acciones, que no en la misma que podría ser más probable.
Efectivamente, de probabilidades se trata, puesto que como si de cálculo matemático se
tratara en todas las acciones siendo muchas en las que nos disponemos a realizar nuestro particular
desenvolvimiento existe la famosa posibilidad de que salga mal, se venga al
traste, se rompa o se desgracien algunos de los elementos que forman parte de
tales acciones. Esto es algo al tener en cuenta, esa fatalidad que aparece a
pesar de poner de nuestra parte para que así no sea, si no con un especial
cuidado si, al menos, en base a una manera medianamente cuidadosa de
comportarse, pero mira tú por donde, ¡chas!, sucede.
Me encontraba en la cocina, cocinando, que es algo que suelo
hacer en esa estancia de la casa, para así llegar al estado de supervivencia
alimentaria de manera que si puedo, lo hago algo más satisfactorio para el
gusto, el mío, que es algo rudo aunque exigente y el de los sumilleres y
críticos gastronómicos que habitan en un par de habitaciones, a veces leoneras,
que hay por allí. En estas me dispuse a buscar en un armario alto lo que
necesitaba para continuar con la elaboración. Quién fue aquel que dijo, que lo
encumbro como lucido interpretador de la realidad, aquello de: “todo armario
que se añada al hogar es susceptible de llenarse en la misma proporción de que si no lo tienes no
lo llenarías jamás”, luego, para qué tener armarios (excepto lo lógico, como es
lógico) si lo único que se consigue es llenarlos y las más de las veces de
cosas inútiles; además, cuando se llevan ya unos años habitando en una casa se
produce un suceso extraño y misterioso, aparecen cosas por todos lados como si
se reprodujeran unas con otras cambiándose de lugar caprichosamente. Tan es así
que en el momento que fui a abrir la puerta del armario el frasco de la miel
que nunca está en ese compartimento, debería de haberse apoyado a descansar
tras su fatigoso cambio de localización sobre la puerta, de manera que al
abrirse ésta, venirse al vacío en caída libre yendo a estamparse sobre el frío
azulejo esparciendo por doquier los trozos de vidrio, menos los que se
aferraban pegados a la propia miel que ahora se desparramaba lentamente
arrastrándolos. Mientras miraba horrorizado el suceso bajé el brazo del tirador
de la puerta en el que lo tenía sujeto con tan mala fortuna de ir a apoyarlo
sobre la encimera rocé milimétricamente un frasco de brotes de germinados de
soja en vinagre con el que iba a engrandecer la ensalada y que previamente
había rebuscado hasta encontrarlo, dejándole al alcance para el posterior uso
que no pude utilizar, puesto que con ese sutil roce, el tal frasco sin ni
siquiera encentar, debió de tener simpatía por el riesgo al igual que el de la
miel y opto por suicidarse como enamorado que pierde a su amante,
espachurrándose justo al lado desparramando su contenido y continente al todas
direcciones; el caldo aguoso, los brotes, los cristales…
Lo singular del suceso me dejó estupefacto. Urgía ahora
recoger el desaguisado, pero ¿cómo? La miel se aferraba al suelo con
insistencia y… ¡a los cristales! Utilizaba papel para arrastrándolo recoger la
mayor cantidad, pero era inútil, esta miel artesana un tanto ya envejecida
había perdido parte de su grado de fluidez pasando a ser bastante más espesa a
cambio de una pegajosidad que dificultaba su recogida, por lo que en uno de los
pegotes arrastre un trozo de cristal que me provocó una ligera herida sangrante
en un dedo, teniendo que cortar la pequeña hemorragia mediante opresión que me
limitaba los movimientos. Los brotes de soja se dejaron coger con más
facilidad, que no laboriosidad, pues ¡de dónde demonios habían salido tantos!
Necesitaba ahora la fregona que se encontraba en el baño y me dirigí a por ella,
pero..., cuando voy a aferrarla por el palo, este se encontraba apoyado sobre
un espejo de aumento, el cual llevaba con nosotros la friolera de quince o
veinte años sostenido mediante un artilugio fijo y extensible a un lateral del
mueble del lavabo, pero debió de hartarse de nuestra compañía y fue a
desprenderse de su sujeción por no sé qué extraña magia y caerse de golpe por
el suelo del baño, quebrándose en mil pedazos los DOS cristales de los DOS
lados del espejo
Los habitantes del lugar acudían sorprendidos a la llamada
de mi agitada sorpresa a uno y otro lugar pero, siguiendo estos a lo suyo, no
ayudaron en la recogida que debí de hacer con resignación advirtiéndolos de no
andar descalzo en cien años por el entorno, pues ¿no dicen los supersticiosos
que cuando se rompe un espejo se tienen cien años de mala suerte?, ¿o es la sal
lo que se tiene que verter…? De momento, ese mismo día a la vuelta del trabajo
al que acudo en bicicleta, total son tan solo seis kilómetros la distancia que
me separa, lo hacía con los auriculares puestos, cuando percibí semi ocultos entre
las sombras a dos policías ciclistas. Debían ser los mismos que tan solo unos
días antes me habían advertido de la infracción que suponía llevarlos puestos.
Presuroso los retiré de las orejas introduciéndolos por el cuello de la
camiseta. Sobrepase a los agentes sin problemas y, tan solo cinco metros más
allá de donde estos estaban, los auriculares que se habían deslizado camiseta
abajo cayeron hasta engancharse, enredándose entre los pedales y las ruedas con
tan mala suerte que fueron a partirse en dos inútiles trozos. Esto me obligó a
parar y desenredar los cables, mientras miraba de reojo a los susodichos que a
su vez observaban en silencio mis manipulaciones. Glup.
Mon Dieu
RfCs
Anda que.... menos mal que no agarraste el aspirador :D
ResponderEliminarYo cuando me levanto así procuro acostarme pronto, si la ley de Murphy me lo permite claro...
Un beso
también te gustará..
ResponderEliminarhttp://www.adizesca.com/site/assets/g-la_ley_de_murphy.pdf
Bueno, las desgracias nunca vienen solas y como dice el famoso refran:
ResponderEliminar"Dime con quien andas y te dire: Ya mi que me importa"
jejejeje
Todo es suceptible, de que si algo va mal puede ir a peor
ResponderEliminar