Dedicado a todos aquellos que pudieran esperar realizarse una de estas pruebas médicas.
Diario de una colonoscopia
1º Todo comienza por el principio
No, no es que tuviera especial es ganas de hacerme una, como
más de un chistoso mal pensado pudiera pensarse, lo digo por aquello de la
penetración anal como es en definitiva
en lo que consiste el asunto, pero la cosa es más seria de lo que parece, y más
a la vista de la confesión ante el médico de antecedentes familiares, eso sí,
bajo interrogación y con una cierta reserva. Recuerdo que cuando era niño y en
alguna película de esas americanas se hablaba de antecedentes penales yo, inocente de mí, relacionaba
antecedentes con antepasados familiares y me preguntaba qué culpa pudieran
tener estos antepasados en los delitos
cometidos por su predecesor familiar. Lo cierto es que mis antecedentes
genéticos, y ahí es donde va el tema, y en concreto mi progenitor, sufrió en
sus propias carnes la mordida de la bicha, llámese cáncer de colon. Qué hacer
sino, ¿olvidarme?, ¿dejarlo pasar? ¿Esperar mejores tiempos o…, quién sabe si
peores?
La reacción de la
señora médica fue fulminante: “Si, tienes que hacerte una colonoscopia, este tipo de cánceres tiene
un alto grade de carga genética y además
ya tienes una edad…” Acto seguido inmediatamente me estaba imprimiendo los
papeles necesarios para la petición de cita, de la cual me avisarían desde el “puto” servicio privado de gestión de
citas, además de un tríptico donde se indicaba toda la información al respecto,
preparación para la limpieza intestinal
y otros asuntos, como dietas, etc.
No le hice caso a nada, no tenía ninguna prisa y la doctora
me indico que pudiera tardar en par de
meses y que desde el momento que me la confirmasen por teléfono acudiese a su consulta para la petición de análisis de coagulación, lo
que parece es necesarios caso de tener que, in situ, realizar la toma de alguna
muestra o pólipo durante el desarrollo
de la prueba. Con este tiempo largo de espera pudiera decirse que salí de allí
como quien dice silbando desenfadado, ya tendré tiempo.
Pasé previamente a recoger el preparado requerido donde me
había indicado la doctora y, tras esperar un buen rato me dijeron que no me lo
podían dar hasta saber dónde se iba a realizar la prueba, ya que pudiera variar
el tipo de medicamento. Vale, me pareció
razonable…, adiós entonces.
2º El engaño
No pasó ni tan siquiera diez días cuando…
-Hola, ¿es usted tal, tal y tal?
-Si dígame, soy yo.
-Le llamaba para la prueba de la colonoscopia que tiene
usted pendiente…
-Sí, si dígame
-Vale, era para citarle el día 3 de febrero de 2015, a
las 12. 20 horas en el dentro de especialidades de puerta de Toledo…
Yo, creyente defensor de la sanidad pública conozco el
centro de especialidades de la puerta de Toledo como un ambulatorio de la
seguridad social y aunque extrañado por llamarlo así, o que allí se practicasen
este tipo de pruebas me pareció bien, pienso en la relativa cercanía de mi casa
y respondo…
-Si de acuerdo, vale para ese día, está bien…
-vale entonces, le confirmo la cita para el tres de
febrero 12,20 horas, ok, confirmada.
-Tiene usted entonces que acudir al hospital VOT, de la
calle San Bernabé nº3, ya le llamaran para confirmárselo a usted…
- Sorprendido por lo de VOT -respondo- ¿Cómo ha dicho, hospital qué…? Pensando que no me
cuadraba eso de hospital…
-Sí, hospital VOT de la calle San Bernabé nº 3, al ladito
de la puerta de Toledo, saliendo del metro Puerta de Toledo lo tiene usted a un
momento…
No sabiendo cómo reaccionar en ese momento la respondo:
-Bien, vale…
-Vale entonces, adiós, buenas días.
Fue colgar y pensar: ¿Comorrrrrr? -Me pregunto perplejo-,
mediante un truco dialectico me la han metido doblada y me han derivado a un
centro privado, ¡Tócate las mandarinas! que diría Joaquín Reyes.
Bueno vale, acepto resignado, total esto tampoco es muy
importante para el gasto sanitario madrileño pienso mientras reordeno los datos
de la citación, aunque a posteriori se verá que en realidad si lo es por la
cantidad de asuntos que acarrea, ahí es donde está la cuestión…, la dineraria.
3º Metidos en materia
Cita de nuevo con la doctora:
-Nada que me han dado la cita, como que se han adelantado
valiéndose de la prontitud y ciertas
mañas me lo han dado en un centro privado-. Se lo digo así, pues siento la
intuición de que ella es al igual que yo es defensora de la sanidad pública,
que no sé si será así. Me confirma mis sospechas con alguna ambigüedad…
-No si ya, son unos sinvergüenzas…, en fin, no sé si dará tiempo a los análisis- ¿has
recogido el preparado de limpieza intestinal?
-No, no, ya me dijeron que dependiendo donde se hiciese
se trataba de uno u otro, pero ahora que ya lo sé, lo recogeré ahora.
-Bien, los análisis te los haces el lunes. ¿Vale? Y ya te
doy cita para el lunes siguiente en una semana y los recoges aquí.
-Vale, de acuerdo.
Bajo a extracciones a solicitar el preparado. Este me lo
debían entregar en la sala donde se realizan las extracciones de sangre diarias
de las que hay ciento y la madre. Están
acabando y quien llama a los pacientes me incorpora a la fila ¡Soy el último!
Tras un buen trato con él y rato en la fila, ya en las puertas le expongo mi
solitud a la señora enfermera de la mesa, justo a la entrada y me exige que
espere que ultimen los asuntos vampíricos para atenderme. Bien-digo- ya vendré
entonces otro día, el del análisis mismo, y marcho razonablemente conforme.
Y llegó el día del análisis como quien no quiere la cosa,
ya se sabe: Madrugar, ayunas, espera, pinchazo y de paso le reclamo de nuevo el tan traído preparado,
pues nada, que al final del todo, no
vaya a ser que se entretengan un minuto, si… ¡un minuto! Espero pues
razonablemente incomodo, no obstante soy de los últimos y aun a pesar de haber
aguantado ya cuarenta minutos que llegara mi turno, espero paciente otros
treinta que lo hicieran todos para que se me realizase la entrega.
Por fin no queda nadie. Habiendo pasado algo de tiempo veo que
aquellos que se encontraban practicando las extracciones empiezan a salir para sus
consultas (son enfermeros del
consultorio) me abalanzo a la puerta, educadamente se lo pido a aquella que
anteriormente me había dicho que esperase fuera y me lo vuelve a decir, no
tardaría en salir.
De vuelta a la sala de espera con una cierta rabia ya, tengo
aún que soportar otro rato, que muchas veces al sentir de un paciente, se nos
antojan estos tiempos a pesar de ser cortos, incombustibles.
Sale por fin la enfermera con una caja que me entrega
diciéndome que es la única que disponen ahí, la única que dan, que siga las
indicaciones de la doctora….
Pequeñas, mínimas, infinitesimales, diminutos efectos sobre
una simple y vulgar persona pero como me ha tocado precisamente a mí me hacen
sentir enormemente irritado, molesto y rabioso: ¿Por qué coño no me las dio el
primer día si son las únicas de las que disponen? Me han incordiado a mí y los he entretenido yo ellos más que si
desde el primer momento estos se hubieran salido de su plan perfecto de
trabajar y fastidiar al que les pudiera sacer
de su orden de prioridades y me lo hubieran dado al principio. A pesar
de todo, cuando a uno al final consigue lo deseado se da por satisfecho, pero
joder… ¡qué os follen!
4º la precipitación
Se acerca el día y me siento irremisiblemente forzado a la
lectura del manual de actuación en caso de colonoscopia…, joder… ¡mi caso!
Vale, resulta que hay que hacer una dieta previa de tres días pa’tras al de la
prueba y justo el día anterior, dieta líquida, que ni pajolera idea
de cómo hacerlo teniendo en cuenta que ese mismo día debo de realizar la toma
de la suspensión evacuante, y por si esto no fuera poco beber agua…, mucha
agua; ya iremos viendo, me convenzo a mí mismo y, doy por bueno ese
convencimiento.
Encontrándome yo en mi lugar de trabajo recibo una llamada: Cuéntame
cosas tuyas porque quiera poder saber lo
que es tu vida, (rif de saxo) cuéntame cosas tuyas que junto a ti me podrá volver la fe perdida… (Suena lo que
es mi tono de llamada del móvil, una canción de Los Ros)
-Cari te cuelgo que te van a llamar ahora mismo del
hospital… y cuelga.
Coño, el hospital, pienso en mi tía que está ingresada en
una residencia, debe estar mal y han debido de llevarla a urgencias, y si es
del hospital pues muy bien no estará…
Efectivamente suena el teléfono al momento:
-Sí dígame.-no reconozco el número que aparece.
-Sí hola, le llamaba del hospital de VOT para confirmar
una cita con el anestesista motivada por la prueba que tiene usted pendiente.
Respiro aliviado y concuerdo una cita para mañana
viernes.
Debo de dejar el puesto de trabajo para acudir a esa cita.
Previa solicitud y bajo promesa de regresar con un justificante, marcho a la
consulta. Se aparca bien, es zona verde, con dos euros tengo para una hora
pero…., debo de abandonar la sala de espera pasada esa hora sin entrar en la
consulta y cambio de lugar la furgoneta con la que he ido, `pereciéndome mejor
dejarlo en el parking del cual dispone el hospital mismo. Los sitios son muy
estrechos y apenas puedo maniobrar, rozo con el morro a un coche aparcado y
quiebro, sin romper eso sí, los dos retrovisores míos. Mierda. Cuando vuelvo se habían descabalado el
orden por el que entraríamos a consulta, tras unos momentos de desconcierto
alguien decide que soy el siguiente, pues muy bien. Entro…
La doctora anestesista recostada y hundida en la silla y las
piernas estiradas bosteza con la cabeza apoyada sobre la mano, que a su vez se
apoya en el codo sobre la mesa, por lo que pienso que muy grato no debo de
resultarle tras un incesante paso de pacientes con la misma historia, resultado
de análisis, que yo no llevo, y un poco de historial médico, todo esto con el importante
fin de valorar el grado de riesgo de una posible sedación en función de cada
cual.
Regreso al trabajo con el justificante y la irritante
sensación de haber visto por ese hospital privado a una serie de gente de las
que parece te miran por encima del hombro, eso sí muy bien vestidos.
5º La preparación
Me tomo lo que será mi última cerveza antes de la dieta
previa a la prueba en un bar del centro acordándome de aquella ridícula portada
del ABC en la que mostraba a los
sindicalistas tomando una caña después de una manifestación. Igualmente
habíamos acudido a la concentración que ponía en marcha el reloj Tic tac, tic
tac de una nueva era que se prevé que llegará pronto. Lo que no sé es que tiene
que ver el hecho de tomarse una caña después de algo así, ni con la actualidad,
ni con la información, ah bueno, se me ocurre que se deba a algo malintencionado
motivado por alguien ridículo.
Ya habíamos acordado un menú formado por dos desayunos, dos
comidas y dos cenas que comenzaría con la comida del sábado y acabaría con el desayuno del lunes compuesto de una
dieta baja en residuos, que básicamente incluiría los alimentos que si podía
tomar y que se incluían las instrucciones de uso que me había dado mi “amable”
doctora de cabecera, que no eran pocos ya que efectivamente se incluían suficientes como permitidos; no
está mal, al menos para componer un menú de dos días no. Lo peor viene con lo
que no se podría, como frutas, verduras, legumbres, carnes grasas, embutidos,
chocolate, a mí que soy adicto, pasteles, huevos fritos o frutos secos, pero
que vamos, tratándose de un par de días y rigiéndome a las comidas sin picoteos
lo preparamos de la siguiente manera:
Comida Sábado: puré de patatas con pollo a la plancha, con
pan y postre de melocotón en almíbar; Cena Sábado: Sopa de fideos realizada con
el caldo Aneto y Tortilla francesa y un poco de arroz blanco que había sobrado
del día anterior. El desayuno del domingo café y galletas; comida: otro filete
de pollo con arroz y queso de burgos de postre y, merendé de nuevo un par de
medios melocotones. De cena: pescado cocido con el resto del puré de patatas
del sábado, eso sí lo calenté en el microondas vertiendo por encima un poco de
queso parmesano rallado lo que dignificó un tanto la insignificancia de los
sabores. Con esto llegamos al desayuno del lunes que incluía otra vez café y
galletas.
Ni pasé hambre ni envidié lo que se comía a mí alrededor a
sabiendas de cual era mi obligación por lo que estoicamente me propuse seguirla
a rajatabla. A partir de ahí, nos
metíamos de lleno en la dieta líquida y el temido surtido de sobres, nada menos
que dieciséis que debía de tomar a partir de las cuatro de la tarde, uno cada
quince minutos.
6º El tragaldabas
Ya me habían advertido del castigo que suponía el tema de
los sobrecitos y sus efectos diarreicos. Antes de su administración no debía de
tomar nada sólido en dos horas por lo que tratándose ya del día de dieta
líquida tome con esa previsión tan solo un caldo Aneto que me supo muy bien,
siendo en definitiva el único alimento que ingerí durante todo lo que me
quedaba hasta la jodida prueba, teniendo una cierta hambre. Esa misma mañana
había salido a sacar al perro a veces andando, a veces corriendo a una
distancia considerable, eso sí, sin
sentir una especial debilidad debida a mi alimentación medianamente escasa de
los dos días anteriores, lo digo por no estar acostumbrado a estas
restricciones alimenticias.
Esta mañana de lunes tenía cita con mi doctora ya que debía
recoger los análisis que me entregó sin problemas, problemas que sí aparecieron
cuando la dije a raíz de las informaciones que iba recibiendo de la incomodidad
del tratamiento evacuante previo a la prueba y que según el cual creía
incompatible con la presencia en mí puesto de trabajo. La tal doctora llegó a
decirme que ese tratamiento sí que era compatible y que nunca había justificado
la usencia laboral por algo parecido; incluso ella misma me confesó habérselo
hecho. Yo la respondí que tampoco era incompatible trabajar arrastrándome, que
no tenía intención de ir a trabajar, me diera o no me diera la baja, (dispongo
de la posibilidad de tomar días libres) que la veía muy reacia como si viera en
mí una intención de absentismo que no era tal, que iría a trabajar muy a gusto,
que no soy de esos, que mirara mi historial… A duras penas me justificó la
ausencia de este día y en honor a la verdad tengo que decir hoy, a sabiendas
del proceso y la duración del mismo que es imposible trabajar realizando ese
tratamiento a no ser que uno trabaje con el ordenador enchufado en un cuarto de
baño.
Tras la fastidiosa visita médica de esa mañana contemplé un
video en you tube a raíz de una noticia que rezaba este titular: “El placer de
contemplar un video sin la molesta música”, curioso pero extraño –pensé-. La
visión de alguno de los que mostraba la noticia del periódico digital me
provoco un estado de bienestar motivado por la gracia que me hizo y que me
llevo a pensar en lo que siempre se ha dicho al respecto sobre el humor, de su
necesidad y los efectos que provoca, lo que ya no sabría decir, es que sin
saber por qué, hay veces que uno se encuentra
con unos ciertos ánimos más alegres, pues bien, ese día yo me enfrenté a
su desarrollo con una especial disposición a tolerarlo y en cierto modo lo
achaco a ese vídeo, entre otras cosas, naturalmente.
Llego la hora, las cuatro de la tarde, pero fui más temerario me adelanté diez minutos. Mediante
un vaso medidor que dispongo por casa había previsto el vaso y el nivel de agua
al que llegaba los 200 mililitros que no 250, ya que las indicaciones lo
enmarcaban entre esas cantidades. Mejor 200 –pensé-, igualmente que cada quince
minutos, en vez de diez que era el margen de tolerancia entre tomas que me
permitía la posología.
Estando saturado de agua y con cierta sensación de hinchazón
ingerí de un solo trago el primer sobre disuelto en el vaso. Bueno, vale, no
está muy malo, se puede soportar el sabor algo acre, áspero, salado y levemente
astringente lo que provoca cierta sensación de sequedad. Esperando resultados
que no llegaron ni con el segundo, ni tercero sino una vez tomado el cuarto
sobre cuando comencé a sentir algún incómodo retortijón. Dispuse la alarma del
teléfono que saltase cada quince minutos y efectivamente así lo hacía con una
insistencia demoledora pareciéndome brevísimo el tiempo entre tomas teniendo en
cuenta el que tardaba en preparar la suspensión que es un simple llenar el
vaso, abrir el sobre, verter en el vaso y remover un tanto, no importando que
quedaran algún residuo, lo ingeriría en la siguiente toma y así sucesivamente.
Hasta ahora los iba tomando de un solo trago y parecía que lo soportaba sin
dificultad, hasta que empecé a sentir la hinchazón estomacal al quinto
aproximadamente que fue cuando empecé a expulsarlos por el lado contrario de
donde los tomaba, por el culo. Estas deposiciones tipo paraguas, ya que
manchaban todo el inodoro, llevaban más carga sólida arrastrada por la
suspensión liquida, la que según leí en el prospecto no eran absorbidos por el
organismo sino que eran evacuados por completo, me supusieron de alguna manera
cierto alivio en el hinchazón. Y venga a asaltarme la alarma, pareciéndome cada
vez más corto el tiempo. Seis, siete, ocho, nueve, que iba tragando bebiendo en
varias degluciones, o un solo trago, llámese como se quiera, en lo que tardaba
apenas dos segundos. Superado el décimo se veía cerca el final si no fuera por
empezar a tener cierta hartura y prever tardar más de una hora en ello a razón
de uno cada quince minutos, pero, la expulsión que empezaba a ser muy frecuente
me liberaba del inflamiento, comenzando a ser aparentemente estas, solo
líquidas. El paraguas se iba plegando poco a poco limpiándome tras cada
cagalera con una toallita húmeda hasta parecer que solo meaba por el culo, algo
harto curioso de sensación. Lo cierto es que no padecí ninguna muestra de
malestar abdominal que no fuera la hinchazón ni la sensación de que necesitaba
sentarme a expulsar lo que imperiosamente pedía querer salir de mi cuerpo. Con
estas llegué al trece, catorce, quince y el último, el decimosexto que vació la
caja, con la insistencia de la llamada cada vez aparentemente más corta, pero
tomándolos como el primero. Fue tomarme el último sobre y tras unas cada vez
más breves y limpias deposiciones lo que culminó todo el proceso no teniendo al
cabo de media, o una hora, ninguna necesidad imperiosa de ir al baño, al que no
volví a ir sino a mear alguna que otra vez más, el intestino debía de estar ya
limpio.
Si todo esto pudiera considerarse tortura, aunque leve, no
acaba ahí, todavía quedaba la prohibición de ingerir agua. En estas llegó la
noche, en la que me había impuesto tomar algo de agua a las cinco de la mañana,
hora límite en la que comenzaba la restricción de la misma, seis horas antes de
la realización de la prueba. A las cinco de la mañana, alargué el brazo y tomé
dos pequeños tragos ¡realmente no me apetecía más! como culminación de todo
este tema. Mañana será otro día, el gran día.
7º Todo por nada
Allí que me vi, tras pasar por un frio claustro acristalado
de un antiguo convento reconvertido en clínica dirección de la entrada de
quirófanos, de la que salió alguien apenas trascurrido un minuto, me recogió
los papeles que me habían dado en recepción y me introdujo para el interior,
así, sin más, sentado en un frio y estrecho cuarto, desnudo, excepto los
calcetines cubiertos por los patucos verdes higiénicos y la humillante bata
abierta por detrás, escuchando algo parecido a un monitor cardiaco sonoro y una
especie de bomba de aire. Acto seguido voces altas intentando despertar a
alguien mientras decían su nombre. Estaba claro: acababan de practicar una a
otro paciente. No permanecí en ese lugar más de tres minutos cuando me vinieron
a buscar para irme a tumbar directamente en el camilla de un quirófano aún
caliente del anterior sufrido cliente del lugar, situado a escasamente tres
metros del cuarto en que encontraba, apenas pude observar que había dos o tres
personas además de quien me había trasladado hasta allí. Una amable anestesista
se presentó diciéndome que me pondría una vía en una vena de la mano derecha
que me dolería un poco, como efectivamente fue, pero, nada que no fuera
soportable. Levantaron las barras protectoras de mi lado izquierdo y me indicaron que me tumbase sobre ese lado
colocando el brazo derecho sobre la barra y dejando pues mi espalda y más allá,
al aire. Igualmente me colocaron en un dedo el lector de frecuencia cardiaca y
dispusieron en la cercanía de mi boca un tubito que expulsaba aire, oxigeno me
dijeron, que era para poder respirar mejor, algo que agradecí inmediatamente,
al momento la anestesista me dijo medio cantando: -bueno esto está en marcha,
ahora te vas a dormir así que piensa en algo bonito- mis pensamientos sin saber
por qué me llevaron a un bosque verde y frondoso y comencé a sentir un leve
vahído cuando debí de caer dormido, pues de nada me enteré hasta que me sacaron
de un cálido, profundo y sereno sueño algo así como extrayéndome de él a viva
voz. De entre ellas una dijo: -venga, bueno, que ya hemos terminado- ¿ya? pensé
yo sorprendido y dije: -Ya, pero si no me he enterado de nada, enhorabuena-
agradecí sincero, ¡gracias! respondieron a coro y salí acompañado por el mismo
que me había llevado hasta allí advirtiéndome de un posible mareo que efectivamente
sufría pero como con la levedad de unos efectos alcohólicos agradables que iba
desapareciendo a marchas forzadas directamente proporcionales a las molestias
abdominales que me iban apareciendo. Fue cuando llegó M. que me ayudo a
terminar de vestirme y me sirvió de apoyo en la salida del lugar. Casi a punto
de abandonar la estancia apareció alguien de entre quienes habían realizado la
prueba y nos dijo que estaba todo bien, no habían visto nada y mandarían el
informe a mi médico. Ya en el coche apenas conservaba el mareo y sí mucho de
dolor que in crescendo me molestaba amargamente hasta llegar a casa y buscar la
postura que me resultase más cómoda para pretender expulsar los gases que me
habían inoculado y que me habían advertido que expulsase abiertamente a la
menor ocasión, sin rubor.
Tres peos no son nada y sí cuatro, que empiezan a parecer
una tormenta, aunque lo peor es el primero que se hace de rogar y que llegado
resulta liberador, aunque una vez desatado el vendaval viene a ser este algo
así como un derramarse gaseoso del que debía de poner de mi parte. Poco a poco
iba expulsando y desapareciendo las molestias por completo aunque por mi
interior notaba que todavía existían circulaciones de aire en busca de un lugar
donde acomodarse o expandirse. Pero fue a raíz de una pequeña siesta que me
eché en la cama; tras haber estado tumbado sobre un costado un rato me di la
vuelta apoyándome en el contrario; a los breves momentos, los aires internos
debieron encontrar el orificio de salida cuando entonces sí, mediante una
ligera presión abdominal voluntaria me
tire un pedo del ocho, de esos que mueven las sábanas por el viento y temblor
provocado; tras él, encontré el absoluto equilibrio corporal que tenía antes de
que empezase toda esta historia y por lo que se podría decir que, gracias a un
pedo acabo todo.
Rafael Cuevas
5 de febrero de 2015
Adevertencia del autor que soy yo mismo: es un poco largo por lo que recomiendo paciencia, tratándose de un diario no es posible acortarlo razonablemente.
ResponderEliminarInteresante viacrucis hasta llegar a la hora H, muy descriptivo.
ResponderEliminarLo importante es que todo esta bien en ese maremagnum de tripas.
Juan Antonio H.
Consulta con un especialista para el próximo control ya que si no me equivoco el cáncer de colon puede detectarse ya con una simple analítica de sangre, otra cosa es que con la colonoscopia se pueden descartar o diagnosticar otro tipo de enfermedades pero si no presentas síntomas ni molestias y solo te la haces por lo del factor genético, entonces si creo que vale la pena consultar con el especialista lo de la analítica de sangre, factor tumoral peptina 9 creo.
ResponderEliminarSaludos.
Gen septina9 no peptina jaja
ResponderEliminarVeremos a ver gracias
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