Siento especial pena por aquellos que se van al otro barrio
mientras que estando en este se han dedicado a la creación de belleza, la que han
logrado mediante el estudio y el manejo de métodos y herramientas, de muy
complicadas técnicas y comprensión para el
resto de los mortales; además, se han visto tocados por varita mágica de la
genial inspiración y por si todo esto no fuera poco han sido populares en el
sentido de poder llegar a un amplio espectro
de personas, eso sí, algo atentos, que no otros, que siendo grandes y
geniales no están al alcance de
cualquiera, por complejos, enrevesados, elitistas, no es el caso.
(Si hasta ahora no se entiende de qué va esto, no voy a
estas alturas desvelarlo a las claras, ya aparecerá al entendimiento por sí
mismo)
El otro día, algo así como despistadamente, me dicen que ha
muerto Pino Daniele, casualmente el día anterior, mientras volvíamos en la
furgoneta de cenar del pueblo de al lado, sonaba una canción suya, de esas
contagiosas, y alguien preguntó quién era el que sonaba… Como podía imaginar
que esa sería la última canción suya que escuchábamos mientras él estaba con
vida, muy lejos, pero vivo, una canción grabada hace tiempo que venía a
traernos, ese último aliento de su presencia física en este mundo, a partir de
ahora ya no será lo mismo, ha pasado a formar parte del club de los cantantes
muertos.
Desconozco su dimensión en España, si gozaba de seguidores,
aunque a la escucha de sus canciones es de suponer la rendición multitudinaria
incondicional; no sé si llegó a tocar aquí alguna vez, que supongo que sí, yo
al menos no le vi jamás, pero tenía con él una pequeña y sencilla historia
personal:
Conocí su música por la intermediación de nuestro amigo
Alfonso allá por los tempranos ochenta. Eran tiempos de compartir casi todo y
nos gustaba recomendarnos artistas que por lo que fuera llegaba uno antes a su
conocimiento. Alfonso huyó de este país o
buscó una nueva dimensión para su
vida. De trabajo por aquí, pues como siempre, mal, es difícil encontrar la
senda laboral que nos suponga algo de satisfacción y sobre todo ese primer
tramo, Alfonso andaba por aquí metido en demasiados submundos como para poder
salir a flote e indemne, su escapada al país de la bota era obligada, con los
años allí consiguió obesidad, diabetes, alopecia, mujer, dos hijos y labrase un
futuro, hasta se convirtió en un estudioso, experto y cotizado guía turístico
romano, pero eso sí, yo perdí un amigo, aunque se podría decir aquello de:
siempre nos quedará Pino.
Tuvo Pino Daniele, por estos lares un éxito comercial con
una canción que sonaba en los garitos de
aquellos ochenta, llamada: KEEP ON MOVIN. Yo la conocía sobradamente y me
animaba bastante su pulsante ritmo bailongo y peculiar solo de guitarra.
Un buen día, entré en
una tienda de discos de barrio. Me encantaba pasar los discos con los dedos
rebuscando siempre que no estuvieran demasiado prietos, entre los gigantescos,
vistos hoy, vinilos, y encontrar alguno de mi gusto y mira por dónde, en
aquella tienda a la que jamás volví, encontré el maxi single de aquella canción
estando este marcado con irrisorio precio, no pude menos que adquirirlo gustoso
entre amistosos recuerdos. Llegué a comprarme un par de discos contemporáneos
suyos con los que también disfruté muy buenos ratos, eso sí sorprendido de que
apenas entendía nada de su italiano napolitano cuando siempre se ha pensado que
la lengua trasalpina es parecida a la
traspirenaica pero cogía menos que del inglés, que ya es decir. Otro día,
aparqué la moto en una acera cercana a la plaza de Santa Ana con la intención
de pasear por el entorno, me encontré de bruces magnetizado con una extraña
tienda de discos, estos de cedés , fue allí donde compré un triple CD de Pino,
Platinium, que hacía un repaso de su historia musical que me sirvió para descubrir
alguna canción suelta del disco que debía formar parte. Ya entonces tenía descargado en el ordenador la discografía
completa que iba desgranando tranquila y lentamente. Discografía que por
entonces debía de contar entre recopilaciones y demás en torno a veinticinco
discos, con sus letras y portadas. En ellas se puede apreciar cómo hemos ido
envejeciendo juntos desde aquellos ochenta hasta el siglo XXI, engordando y
encaneciendo.
Formaba Pino Daniele parte de particular olimpo de artistas
que me erizaban el bello y siéndole muy infiel lo tenía guardado con respeto y
admiración para que recurriera en mi
auxilio si acaso me viera necesitado rodearme de una especial
sensibilidad y exquisitez melódica como la que él volcaba a espuertas en sus
canciones y, que extraño, todo esto sin
entender ni papa de lo que canta, qué tendrá la música, Dios.
Grande Pino, saludos a Antonio.
RfCs
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