jueves, 29 de enero de 2015

LA VIDA DE ADELE

Lógicamente después de haber visto la película “La vida de Adele”, no puedo menos, al igual que quienes la realizaron, que lanzarme al ordenador con la intención de trascender, una vez más.
Película que desconocía por completo o al menos no le presté atención en su día, en su momento de proyección en los cines, si acaso esto se hizo.
Tiempos son estos en los que las perlas se ocultan en las profundidades y que sólo el espectador atento, buzo e interesado o la propia suerte de toparse con ella es capaz de alcanzar a disfrutarlas, no así la abundante morralla que flota mansamente y que a cualquiera llega y fastidia con su insistencia y repetición,
Tal vez sea así como debe de ser o, como siempre ha sido, ¿cómo si no  se podrían asimilar el disfrute de  la maravilla o los grandes manjares si no se pasa por un periodo de asimilación de, dígase si se quiere, rumiarla, y que no se toleraría por indigestión mental similares hazañas de degustación sin ese periodo?. En mi caso, el proceso es infalible, aparece, reaparece y se repiten constantemente, si acaso esta ha sido importante, las imágenes y el sentido de lo percibido, sobre todo por la noche, en la cama, entre sueños, algo así como recuperando o queriéndolo hacerlo los momentos en que durante el visionado se produjo la catarsis emocional, que nos hizo, no ya simplemente presenciar, sino además sentir compartiendo lo que se nos planteó, algo que de no ser de esta manera, sería harto imposible de sentirlo de otra, en estas, nuestras simples vidas, con sus simples vivencias, aunque por otro lado, tampoco es tan extraño o peculiar lo que le sucede a la protagonista, a cualquiera le puede pasar, hasta cuestionarse su sexualidad, digo más, aquel que no  haya atravesado, ese inconsistente periodo entre la infancia  a la juventud, llamado adolescencia con esos cuestionamientos  íntimos, puede que sea probable que le surjan en otros momentos de la vida y, que llegado tal, estos  le vengan a resultar mucho más frustrantes.
En un mundo de convenciones impuestas, aunque este se trate de una de las sociedades más tolerantes del planeta como es la Francesa, el hecho del salirse la uniformidad o lo entendido como normal, puede provocar y los provoca, conflictos que a todos llegado el momento nos supondrían tal vez, la marginación, tal vez la soledad,  la inadaptación y con ello, la reafirmación…
Si uno es capaz de introducirse en su desarrollo es un gran deleite el visionado de la película, minuto a minuto de sus, no sé si decir excesivos, ya que pensándolo bien, tiene su sentido el completo metraje que seguramente no sería entendido si este no fuera el que es. Este aporta una continuidad, normalidad y credibilidad al suceder de la trama, o más que trama, evolución personal de la protagonista, que es de lo que se trata, incluso el propio título lo describe, la vida de Adele. Una espectacular actriz que todos quisiéramos como hija, novia o amiga por su magnetismo, sencillez y belleza. Frágil, mocosa y enamoradiza, nos atrapa, nos encanta, en esta película muy bien hilada, se podría decir que plano a plano en el que uno va enredándose  en el devenir de la cotidianeidad de los protagonistas a la que accedemos de manera poco menos que profusa e íntima además de cercana debido al uso de  los primeros planos que nos trae una cámara que se mete con descaro en las conversaciones o besos, incluso algo más, convirtiéndonos en espectadores de lujo y así ir comprendiendo desde la proximidad las situaciones que conforman el todo.

Una tórrida escena de sexo explícito que parece ser revolvió de sus asientos a los espectadores en la proyección de Canes de la que se llevó la palma de oro a la mejor película, nos enseña un exquisito tratamiento donde solo se puede ver amor, deseo y pasión entre personas, algo que igualmente está al alcance de cualquiera que lo desee y busque, ya que lo de encontrarlo es otra historia, incluso si lo encuentras…, puedes hasta perderlo, pero claro…, así es la vida, incluso la de Adele.

RlCs

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Dilo

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