Lógicamente después de haber visto la película “La vida de
Adele”, no puedo menos, al igual que quienes la realizaron, que lanzarme al
ordenador con la intención de trascender, una vez más.
Película que desconocía por completo o al menos no le presté
atención en su día, en su momento de proyección en los cines, si acaso esto se
hizo.
Tiempos son estos en los que las perlas se ocultan en las
profundidades y que sólo el espectador atento, buzo e interesado o la propia
suerte de toparse con ella es capaz de alcanzar a disfrutarlas, no así la
abundante morralla que flota mansamente y que a cualquiera llega y fastidia con
su insistencia y repetición,
Tal vez sea así como debe de ser o, como siempre ha sido, ¿cómo si no se podrían asimilar el disfrute de la maravilla o los grandes manjares si no se pasa por un periodo de asimilación de, dígase si se quiere, rumiarla, y que no se toleraría por indigestión mental similares hazañas de degustación sin ese periodo?. En mi caso, el proceso es infalible, aparece, reaparece y se repiten constantemente, si acaso esta ha sido importante, las imágenes y el sentido de lo percibido, sobre todo por la noche, en la cama, entre sueños, algo así como recuperando o queriéndolo hacerlo los momentos en que durante el visionado se produjo la catarsis emocional, que nos hizo, no ya simplemente presenciar, sino además sentir compartiendo lo que se nos planteó, algo que de no ser de esta manera, sería harto imposible de sentirlo de otra, en estas, nuestras simples vidas, con sus simples vivencias, aunque por otro lado, tampoco es tan extraño o peculiar lo que le sucede a la protagonista, a cualquiera le puede pasar, hasta cuestionarse su sexualidad, digo más, aquel que no haya atravesado, ese inconsistente periodo entre la infancia a la juventud, llamado adolescencia con esos cuestionamientos íntimos, puede que sea probable que le surjan en otros momentos de la vida y, que llegado tal, estos le vengan a resultar mucho más frustrantes.
Tal vez sea así como debe de ser o, como siempre ha sido, ¿cómo si no se podrían asimilar el disfrute de la maravilla o los grandes manjares si no se pasa por un periodo de asimilación de, dígase si se quiere, rumiarla, y que no se toleraría por indigestión mental similares hazañas de degustación sin ese periodo?. En mi caso, el proceso es infalible, aparece, reaparece y se repiten constantemente, si acaso esta ha sido importante, las imágenes y el sentido de lo percibido, sobre todo por la noche, en la cama, entre sueños, algo así como recuperando o queriéndolo hacerlo los momentos en que durante el visionado se produjo la catarsis emocional, que nos hizo, no ya simplemente presenciar, sino además sentir compartiendo lo que se nos planteó, algo que de no ser de esta manera, sería harto imposible de sentirlo de otra, en estas, nuestras simples vidas, con sus simples vivencias, aunque por otro lado, tampoco es tan extraño o peculiar lo que le sucede a la protagonista, a cualquiera le puede pasar, hasta cuestionarse su sexualidad, digo más, aquel que no haya atravesado, ese inconsistente periodo entre la infancia a la juventud, llamado adolescencia con esos cuestionamientos íntimos, puede que sea probable que le surjan en otros momentos de la vida y, que llegado tal, estos le vengan a resultar mucho más frustrantes.
En un mundo de convenciones impuestas, aunque este se trate
de una de las sociedades más tolerantes del planeta como es la Francesa, el hecho
del salirse la uniformidad o lo entendido como normal, puede provocar y los
provoca, conflictos que a todos llegado el momento nos supondrían tal vez, la
marginación, tal vez la soledad, la
inadaptación y con ello, la reafirmación…
Si uno es capaz de introducirse en su desarrollo es un gran
deleite el visionado de la película, minuto a minuto de sus, no sé si decir
excesivos, ya que pensándolo bien, tiene su sentido el completo metraje que
seguramente no sería entendido si este no fuera el que es. Este aporta una continuidad,
normalidad y credibilidad al suceder de la trama, o más que trama, evolución
personal de la protagonista, que es de lo que se trata, incluso el propio
título lo describe, la vida de Adele. Una espectacular actriz que todos
quisiéramos como hija, novia o amiga por su magnetismo, sencillez y belleza.
Frágil, mocosa y enamoradiza, nos atrapa, nos encanta, en esta película muy
bien hilada, se podría decir que plano a plano en el que uno va
enredándose en el devenir de la
cotidianeidad de los protagonistas a la que accedemos de manera poco menos que
profusa e íntima además de cercana debido al uso de los primeros planos que nos trae una cámara
que se mete con descaro en las conversaciones o besos, incluso algo más,
convirtiéndonos en espectadores de lujo y así ir comprendiendo desde la
proximidad las situaciones que conforman el todo.
Una tórrida escena de sexo explícito que parece ser revolvió
de sus asientos a los espectadores en la proyección de Canes de la que se llevó
la palma de oro a la mejor película, nos enseña un exquisito tratamiento donde
solo se puede ver amor, deseo y pasión entre personas, algo que igualmente está
al alcance de cualquiera que lo desee y busque, ya que lo de encontrarlo es
otra historia, incluso si lo encuentras…, puedes hasta perderlo, pero claro…,
así es la vida, incluso la de Adele.
RlCs
me encanto..
ResponderEliminar