¿Quién soy yo para creer en que alguien pudiera estar
equivocado o que ha caído en un error al respecto de sus sentimientos, si, de
sus sentimientos nacionalistas?
Una persona de avanzada edad nos contaba algo, con esa urgente
necesidad de compartir una vivencia, de manera que haciéndolo así, esta se
revive, se reafirma, se magnifica, pues al hacerlo de todos, más se hace de uno
mismo. Nos contaba la experiencia en la
que su fibra sensible le afectaba por el
orgullo íntimo de su nacionalismo a raíz
de un éxito deportivo internacional. Le temblaron las piernas y se le saltaron
las lágrimas en el podio mientras sonaba el himno nacional. Con su descripción de los hechos nos despertó la
empatía ante alguien emocionado.
Se trataba de una persona muy mayor, pasando sobradamente
los setenta, que se dedica como ocupación ociosa principal de jubilado al
entrenamiento atlético y competencia internacional en los campeonatos varios
que se organizan al respecto. No es esto sino
una manera de buscar la salud en la ancianidad mediante el deporte, que
practican pocos, y que les sirven de razón de vida. Disfrutan, viajan, se
divierten, se entretienen, se mantienen activos y en forma para en estos
últimos años de vida vivirlos con más plenitud.
Ya digo que como es natural se nos despertaba la empatía al
respecto, pero lo curioso del caso es que lejos de destacar un esfuerzo, una
dedicación en la que, por qué no, reconociera su inquietud puramente ociosa, lo
que me llamó la atención fue que lo que más resaltó fue su emoción como español
mientras sonaba el himno, algo a lo que igualmente uno se puede mostrar
comprensivo, pero que el resto de la valoración de su mérito lo teníamos que
hacer los demás, pues no nos lo contaba,
tan solo la emoción de ser español. Aún hay algo peor, de entre los
presentes, uno igualmente muy español, también se vio traspasado de emoción
ante el relato de los hechos.
Ahora digo yo, qué fácil es reafirmarse en esas pasiones
ficticias, que alguien o algo llamado tradición o educación ha insuflado en
tantos que se han dejado convencer en base a una irracionalidad. Esos para mí
son españoles de pacotilla, de boquilla y de beatería patriota que defienden
cuatro símbolos con los que caen rendidos como si ellos fueran los únicos que defienden a la patria y lo que es
peor, de la única manera con la que creen que se puede defender sin
importarles, excluyéndolos, otros pareceres más integradores y justos,
solamente porque no responden a la tradición, su tradición. Esto que digo,
lejos de ser una interpretación sesgada responde a un sentir general de los que
hasta hoy han venido a desvelarnos su españolismo, ofreciendo respuestas
similares cuando se trata de demostraciones que responden al tipo de español
orgulloso.
El orgullo de ser español no estará sólo en la exaltación de
unos símbolos o unos colores que ignoran a otros símbolos o colores, digo yo
que estará en otro lugar, aunque cerca del corazón, y que generalmente no se
asoman tanto como se muestran los rancios.
El orgullo de ser español (OES a partir de ahora) estará en
saberse un país puntero en donaciones, en muestras de solidaridad, en aceptar
al inmigrante e integrarlo, en querer tener un país que tenga una sanidad
universal y de calidad igual que una educación pública y igualitaria, por lo
que entonces será de todos y no de unos cuantos,. El OES, estará en el país al
que se pertenece participa activamente en la igualdad de los pueblos y que
todos pudieran tener cotas dignas de progreso y justicia y no en el que mira
para otro lado. El OSE estará en saber que vives en un país que se preocupa del
bienestar de los desprotegidos y débiles, ancianos y niños, parados y excluidos
sociales y no del que desoye sus gritos, les retira las ayudas y los abandona a
su suerte. El OSE estará allí donde se procure ofrecer un futuro a su población
juvenil y no un muro con el que chocarse que tapa las salidas que no sean las
fronteras para abandonarlo. Pero principalmente el OSE estará donde la creencia
de solidaridad forme parte del imaginario colectivo de la mayoría de la
población y que esta se ponga en práctica con el control de nuestros políticos
a los que hemos delegado esta misión, que todos formamos país y tenemos un fin
común, el bienestar, para ello hay que olvidarse de privilegios participando en
el reparto.
Y lo otro, lo otro es otra cosa.
Rafael C.
Talmente de acuerdo contigo, esto del orgullo español referido al puto deporte y mas en concreto al balompié me tiene super- indignado.
ResponderEliminarEstos tipos/as que lloran porque se ha conseguido un titulo que no aporta nada mas que unos días en la gloria mundial hasta el próximo torneo…estos…no merecen ser llamados OSE, (ose) se escribe con minúsculas como muy bien nos cuentas en la segunda parte de tú reflexión.
Un análisis con mayúsculas…salud.
Vale, bien.
ResponderEliminarGracias y saludos, saludos cordiales.