lunes, 19 de agosto de 2013

El ipod cobra vida

I
Alargué la mano fuera de la cama rebuscando por las cercanías del suelo el Ipod que había depositado hacía tan solo unas horas, justo cuando estaba sonando la canción de Christophe - ' de 1968. Imaginaba somnoliento que significaba ese lamento, pues así lo interpretaba yo, ¿será, yo lloro y lloraré? ¿Rezo y rezaré?, me prometí enterarme al día siguiente, de cualquier manera el dramatismo de la canción no me apetecía en aquel momento y, estaba seguro de haber dejado el reproductor de música debajo de la cama cerca de la pata de la misma, que incluso recordaba haber palpado ésta como referencia de la ubicación del aparato. Tras varios intentos de querer sentir el contacto con el susodicho realizaba círculos cada vez más amplios, mientras las yemas rozaban el suelo, desistí de la búsqueda para seguir retozando un poco más. Era domingo y en un principio no tenía planeado ninguna actividad que me condicionase a levantarme, ya saldrá sola  -pensé-, pues a poco que uno se levanta empiezan a surgir, obligaciones personales, o no, como sudar un tanto los cubalibres de la noche anterior que, si bien, en un principio lo hace uno con inapetencia acaba por resultar gratificante y, el esfuerzo que supone, se da por bueno.
Al momento, di un respingo, con el que salí medio cuerpo de la cama asomando la cabeza y alargando más si cabe la mano. Cómo era posible que no estuviese allí, estaba seguro de haberlo dejado, y nada, no era capaz de encontrarlo. Ya por fin, puesto que tal era mi convencimiento, asome la cabeza completamente bajo la cama. La poca luz que se filtraba por las rendijas abiertas de la persiana dejaba ver, entre el polvo que se acumula en tan singular lugar, a mi dispositivo de mp3, desplazándose por sí mismo, arrastrando los auriculares que llevaba acoplados, habiendo dejado un peculiar rastro: un sendero libre de polvo, al estilo de las marcas que dejan las serpientes al reptar sobre la arena seca.
Asombrado, de un salto me coloqué de rodillas en el suelo y con la cabeza medio introducida bajo la cama, pude efectivamente, comprobar que el aparato se movía por sí mismo, y que estaba a punto de salir por el otro lado de la amplia cama, luego, aunque quisiera y, por mucho que estirase el brazo, no llegaría a alcanzarlo. De dos zancadas atravesé por encima hasta llegar al otro lado por donde estaba a punto de asomar el chisme, que amenazaba desquiciarme. De una brazada rápida le agarré como quien coge una mosca al vuelo en el interior de la palma de la mano. Me incorporé de pié y fue cuando sentí su movimiento, al igual que las moscas intentan escaparse cuando están así de atrapadas, o como las cosquilleantes y frías patitas de un hámster,  solo que en este caso me asusté. ¿Cómo era posible aquello? Abrí la mano de golpe y éste fue a caer encima de la cama y en el movimiento, algo así como ralentizado, pude contemplar como una especie de patitas milimétricas salientes de la base del reproductor pataleaban en la caída, lo mismo que una especie de bracitos que se extendían cada uno de sus laterales buscaban el equilibrio. No pude menos que echar un paso atrás horrorizado

II
No quisiera hacer un detalle pormenorizado de los hechos, hasta llegar al momento en que me vi delante del Ipod al que había dejado en el borde de un estante, del que le colgaban las piernecitas, estas que surgían de su cuerpo como le surgen los cuernos a un caracol,  y que movía infantilmente adelante y atrás mientras me hablaba, este comportamiento que bien pudiera parecer infantiloide distaba mucho de la seriedad y rigor con que lo exponía. Tan sólo decir que pasé del estupor al delirio, del miedo al pánico, de la razón a la locura, para por fin establecer dentro de los cánones de lo medianamente comprensible un sistema de entendimiento con la maquina: Él, ello, o eso, hablaba a través de los auriculares con ese lenguaje metálico que a veces derivaba al acento portugués, aun a pesar de hacerlo en español; luego me dijo, que esto era debido a un defecto del programa que los desarrolladores de itunes no habían podido mejorar, que él también lo lamentaba, pero no podía hacer nada. Yo, sin embargo, bastaba con hablarle al aire, para que él lo captara e interpretara lo que dijera, como si hablase con alguien inteligente capaz de razonar. Al cabo del tiempo, comprendí que sus razonamientos eran primarios, aunque contundentes y severos, primarios porque parecían ceñirse a órdenes, casi robóticas que cumplía al instante, pero, y ahí es donde está lo curioso, había desarrollado por sí mismo un código de conductas basándose en una nueva combinación de la multitud de factores de funcionamiento programados, que es lo que le daba autonomía propia, tanto como para alcanzar estados orgánicos utilizando micro partículas y células que se adherirán al aparato y que pertenecían a su propietario y a la postre usuario, que era yo mismo, por lo tanto podría decirse que era carne de mi carne.
La razón principal de su intento de fuga, y digo intento pues, no quiero ni pensar donde iría a parar si no lo hubiese descubierto justo antes de poder haberlo perdido de vista, como esas tantas veces que me obligaban a buscarlo por todos lados hasta dar con él, y que sí, eran escarceos de una huida que planeaba despacio, lentamente, para una noche, por ejemplo en Abril; la razón principal digo, era que últimamente estaban apareciendo en las listas de reproducción canciones, o artistas que él consideraba infames, que después de haber reproducido a tan, y tantos excelentes artistas o canciones no podía soportar la inclusión de la comercialidad, lo cutre y el mal hacer. Pareció comprender mi explicación, cuando le dije que esto era debido a recrearme en una añoranza casi nostálgica de una época en la que descubría la vida a través de esas canciones, y que le prometía no volver a caer demasiado en ese pozo oscuro. Al final pude convencerlo para que permaneciera a mi lado aunque debiera darle explicaciones si acaso se pudiera sentir ofendido. Desde entonces, llevamos una existencia más compenetrada, sincronizada le gusta decirle él, que nos sirve de entendimiento mutuo que alcanza estados de satisfacción memorables, pues hay veces que su selección, oficialmente llamada Random, me llega a gustar más que la mía propia…
III
Una mano se alzaba lentamente, muy lentamente, por el aire. Era como la mano y el brazo de un gigante que amenazaba con arrasar y aplastar a su paso todo lo que se pusiera en su camino, como esa casita bajo a la sombra de esos árboles hacia la que se dirigía. Era como una especie de Gulliver recostado, que al bostezar estiraba los brazos amenazando lo que estuviera a su paso. De pronto un dolor intenso obligó a un grito reflejo provocado por el golpe al, ya por fin, terminar por posarse con una especie de aceleración final contra algo duro y punzante. El dolor le despertó resoplando junto con movimientos oscilantes de la mano resentida. Era su mano izquierda que al caer violentamente había golpeado contra el pico de la mesilla y al rebotar ir a chocar en la metálica esquina del ipod que por mala suerte había depositado de pie, hacía tan solo unas horas en el suelo, la lado de la pata de la cama en la que había pasado la noche…

Rafael Cuevas. 24 de junio de 2013             Pd: IO PREGO E PREGHERO : Yo rezo y rezo

3 comentarios:

  1. Ahora me explico el precio desorbitante del Ipod y en consecuencia esa afán desorbitado de protagonismo que manifiesta en tu interesante relato.

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  2. Creo que este relato, bien podia ser de culquier escrito que firma en la feria del libro, es una pena que tus artes que son muchas, la pintura,la carpinteria,la escritura, sobre todos tus relatos me parecen muy buenos.
    Un beso de una admiradora

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  3. Bonito relato, mágico!! No creo que esto se pueda escribir en un estado mental plano.
    Salud.

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Dilo

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