Joder, no sé
por qué pero existe una particularidad que marca la disposición del visionado
de una película y en el caso concreto de esta, la que desconocía por completo, (lo
que por otro lado es natural tratándose de la que se trata), pero la
disposición era un tanto forzada, traída, medio obligado por una recomendación
a la que tarde o temprano me veo en la obligación de pasar factura, o lo que es
lo mismo devolverla y comentarla con el recomendador, a quien tengo por sabio exquisito.
Pero ya sabemos cómo son estas cosas, lo que le gusta a uno no le gusta a otro
y aunque seas un perfecto sumiller conocedor de matices y delicados tonos, el “tragaldabas”
no alcanza a reconocerlo aunque también se mueva en el terreno de los gustos,
bueno…, pues lo mismo en otras artes, incluso la cinematográfica, entiéndaseme.
Es natural
que enfrentarse a una película en blanco y negro y ¡muda! las sensaciones sean
extrañas y puedan tirar por tierra un posible disfrute en el acto (el acto cinematográfico)
Está claro que uno está acostumbrado a lo que está en estos terrenos, sobre
todo en lo referido al color y sonido, principalmente a los diálogos aunque la música
le aporta el punto melodramático que
tanto afecta. Por otro lado hace ya tiempo que comprendí y esta película me lo reafirma,
el lenguaje del cine. Con el Acorazado Potemkin se produjo en este arte una
especie de iniciación y que aunque pudiera no parecerlo tampoco ha habido
demasiados cambios desde entonces aunque efectivamente sí que los haya habido,
pero leves, puesto que una vez, como digo descubierto el lenguaje, esto es la
manera de hacer comprensible lo que se nos muestra mediante imágenes y personajes
que un grupo actoral interpreta y un posterior montaje de las escenas, prácticamente
sobra todo. (en alguna ocasión creo recordar haber oído por parte de algún
entendido lo innecesario del sonido en una película). Vale, es cierto que ahora
mismo es impensable una película muda, de hecho el cine es un espectáculo, además
de industria, concebido para el entretenimiento principalmente, cabalgando a
lomos de la fantasía, lo soñado o lo deseado, a lo sumo actualmente nos podemos
encontrar con la presentación de una película muda pero que se queda en algo
anecdótico alejándose de la manera como el cine se hace y se vende. A pesar de todo,
recientemente se han estrenado un par de ellas, que recuerde ahora mismo, “The
Artirs” ganadora de algún Óscar y en España “Blancanieves” en la que trabajaba
mi admirada Maribel Verdú, ambas igualmente mudas y en blanco y negro.
Con
Amanecer, (después de verla comprendo el título fascinado) producida en 1927 y
ganadora de tres Òscar en la primera ceremonia de entrega, lo que se hizo en
una cena privada, al tratarse de lo que anteriormente decía por ser esta una película
muda, uno comienza su visión un tanto extrañado necesitando como una
readaptación a un universo primitivo aunque no por ello incomprensible pues
rápido se comienza a pesar del esfuerzo de atención a introducirse en él. A
pesar de todo estamos hablando de lo mismo de siempre pero quizás, más puro y,
no por inocente, ni ingenuo, sino en el estricto sentido de entender las
relaciones humanas. A partir de ahí, sucede todo, todo lo imaginable, y lo hace
con una belleza extraordinaria., el engaño, los celos, el miedo, el temor, la
redención, la pasión , la redención, la locura, el bien, el perdón , la
salvación, el odio, la risa, el valor, el mal, el amor, la complicidad, la alegría,
el llanto, la sombra, a veces hay una danza lenta, a veces cuadros pictoricos,
a veces comedia, a veces, tragedia, todo va sucediendo en un terrible crescendo
emocional, intensamente mostrado, fieramente comprendido, deliciosamente
depurado.
Una obra
maestra, una maravilla, una pasada.
Rafael
Cuevas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dilo