Y vamos al cine sin saber que ver, que si la de Bardem, que
si la otra, ¡anda, si esta es española!, pues ésta. Yo que siempre he sido
crítico con el cine español, pero lo hacía, digamos con la boca chica, en el
sentido de chirriarme esos déficits de producción, que si los decorados, que si
los extras, que si los efectos especiales, siempre veía fallos, cartón y siendo
sincero, los sigo viendo, pero por otro lado, me encanta lo que de alguna
manera viene a representar la cultura española, pues eso es, con la boca chica, pero es que ademas la gente del cine español se mueven en general
en el mundo de una cierta progresía y, ¡digo más!, es de los pocos
espacios de alguna relevancia que van quedando. Como esto es así, ya sabemos,
se le ataca y desprestigia con la saña derechona o la ignorancia cerril. Es que
hay veces que parece que ciertos
sectores aplaudirían el reestreno de Raza.
Pero, en fin, lo cierto es que la sala, cómoda y amplia, en
este miércoles de diario estaría ocupada en su sexta parte, siendo generoso, y
me pareció ver en su mayoría a personas de avanzada edad y poca juventud, que
no pasa nada, lo digo como dato, puesto que las carcajadas podrían retumbar
igual, pero…, ¿se entiende igual?, pues es que resulta que a lo mejor aquellos
de cierta edad, poseen un bagaje cinematográfico del que carece la juventud
desafectada con, al menos este cine, y comprenden mejor su lenguaje.
A lo que vamos.., la película es una suerte, sí, una suerte
y una gozada. Va uno al cine sin saber muy bien que ver y de chiripa se ve
dispuesto a compartir su vida durante un par de horas con algo que no sabe muy
bien cómo va a congeniar y, ¡vaya por donde! ¡Acierta! las casi hora y media de
película es una delicia de divertimiento, de entretenimiento y hasta de
enamoramiento, en mi caso de “la protagonista” (Inma Cuesta) y en el de mi
acompañante de “el protagonista” (Martiño Rivas). Es TRES BODAS DE MÁS (ahora
que lo pienso título poco acertado, por lo complicado al recordarlo) una
película, cachonda, divertida y algo gamberra con un ritmo acertadísimo, con
una continuidad en los sucesos propio de un guion más que correcto, lo que le
da ese punto de credibilidad en sus disparatados sucesos, pero sobre todo, la
palma se la lleva Inma Cuesta, la hija de un tapicero y una ama de casa que
soñaba con llegar a artista, y vaya que lo consigue. Posee esa vis cómica, bien
dirigida, que agrada y convence, que con naturalidad completa la pantalla,
atrae, fascina produciendo una delicia la vista de su interpretación. Puede que
el papel le venga al pelo para crear esa atracción pues se trata en cierto modo
de un personaje con el que no es difícil empatizar; una científica un tanto
marginada en su trabajo, de baja autoestima y enormes gafas de pasta, a quien
suelen abandonar los novios y que tiene la extraña tendencia de meterse en líos;
por otro lado es tierna, educada y enamoradiza, cualidades todas estas con las que
se van recreando los gags con su presencia de manera fluida, sin grandes bajadas
de tensión narrativa.

El resto del plantel de actores, algunos de sobra
conocidísimos, y elegidos muy acertadamente complementan la película de una
manera excepcional. Como por ejemplo Rosi de Palma en una de sus mejores y más graciosas apariciones en la
gran pantalla, o el mismo copotagonista hijo del escritor, Manuel Rivas, que de
casta le viene al galgo, en su caso en cuanto al cuajo de llenar la pantalla
con sobriedad, siendo uno mismo., demostrando su valía.
Buena película si se quiere pasar un muy buen rato, quedando
a la salida la agradable sensación de haber disfrutado de una gran comedia, a
pesar de aquello que decía Miguel Mihura de lo que esperaba del espectador de
sus comedias, se conformaba con una sonrisa, en esta se pudiera hasta decir eso
de: haberse uno “descojonao”
RfCs